Mientras nos entristecemos por pequeñas cosas: la tubería de una casa de 1908 que no está reparada bien a bien, una mudanza que no sucede, viajes imposibles de realizar, respuestas que quisiéramos tener (casi todo relacionado con la necesidad de controlar la vida, domarla: ja, el animal domando a la naturaleza ¿no es risible?), libros dispersos que impiden que comencemos trabajos importantísimos; mientras nuestro egocentrismo se desborda porque la crema en el café no fue suficiente, el amante del sábado tuvo mejores cosas que hacer, y la cuenta del banco disminuye, en mi expaís alguien regresa de una marcha donde miles de personas inundaron las calles a pesar de todo pronóstico y de los aporreos por parte de las fuerzas federales en la marcha del 20 de noviembre. Mientras me entristezco porque uno de mis maestros irremediablemente muere rodeado de amor, miles son golpeados por mi expaís y se levantan, descansan y salen otra vez a tomar las calles para manifestar su inconformidad. ¿Qué importancia tienen realmente las cosas o los acontecimientos o las circunstancias personales cuando las ponemos en una balanza? ¿Será que ahora me entretengo como un animalito doméstico con su bolita de estambre ante la imposibilidad de actuar directamente en mi expaís? Aún así la alegría se expande dentro de mí, a pesar de mis pertenencias regadas en tres diferentes lugares, de una casa que no puedo habitar; de acciones detenidas y de el duelo que aparece cuando un maestro nos deja, la alegría se expande dentro de mí, porque nos golpean y nos volvemos a levantar. Porque en mi expaís se acabó el miedo. Y también siento el golpe y también me levanto y también vuelvo a salir. #YaMeCansé2