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¿y los libros? ¿y la casa? ¿y la escritura? sombras |
Había vivido metiendo primero el cuerpo en todo lo que vivo. Bueno, ya tengo cuarenta, así que en algunas áreas de la vida no puedo meter el cuerpo tan fácilmente como lo hacía antes. Quizá por eso me he vuelto un poco reflexiva. Me ha comenzado a obsesionar la estructura del pensamiento; también en mi escritura la estructura del pensamiento ha sido fundamental para crear una forma estética, lo sé; pero antes sólo observaba mi propia estructura de pensamiento y la reproducía en cualquiera de mis libros. Ahora reflexiono sobre esa estructura, no sólo la observo y la mantengo intacta, me acerco a ella, me sumerjo en ella y la transformo. Esos viajes me fascinan. Por eso creo que este libro nunca lo voy a terminar: tengo estadísticas, fotografías, vida, talento y cuarenta años. No me importa terminar un libro, me importa escribirlo, hasta donde tope. Así que las preocupaciones de entregas y límites tampoco me atormentan. Me atormentan ya muy pocas cosas. No sé si algo me atormente de veras. No soy feliz, pero eso no me atormenta. No tengo expectativas de ser feliz, tal vez por eso el hecho de no ser feliz no me atormenta. Una sola cosa me atormenta al grado del insomnio y es, el camino del mundo, la sangre del mundo, la violencia del mundo y, claro, el armamento del mundo. Pero esos son insectos mentales fáciles de espantar al día siguiente porque en realidad desconozco todo sobre el mundo, lo que me atormenta es una construcción que hago, una estructura que levanto desde mi pensamiento a partir de algunos datos. Realmente mi cuerpo no ha estado en Syria, ni en Corea del Norte, ni en SurÁfrica para entender o temer realmente algo. Acepto el sufrimiento emocional, la ansiedad, la angustia, el temor a no tener dinero suficiente ¡Ah, cómo nos atormenta el temor a perder cierta estabilidad económica! ¡Y cómo perdemos el tiempo imaginando que si tuviéramos "estabilidad económica" nuestro mundo (el mundo personal) sería diferente! ¿Por qué permitimos que el dinero (códigos, fierro, papel) se vincule a nuestra satisfacción? ¿No es eso morder el anzuelo del control de manera absurda? En fin. No estoy en mi casa hoy, no tengo casa hoy. Pero estoy en un lugar donde existe el silencio, el frío no penetra y la luz me acompaña interrumpida por uno que otro ladrido, maullido o motor. Cuando escucho las quejas de mis seres queridos, cuando veo a alguno de mis amores listo para pelear por algo (defender vilmente un punto de vista para obtener lo que quiere, manipular a través de su elocuencia, hacer planes y estrategias para "avanzar" es sus planes de vida) siento que contribuimos tanto con esa guerra que desconozco, que añadimos dolor al despedazamiento y al desplazamiento de los cuerpos, que sumamos oscuridad a la tortura que, esa sí, conozco cabalmente.
En nuestra manera de manejar, convivir o aceptar el dolor reside la clave para contribuir o no con la guerra; tal vez no se trate de soportar el dolor, tal vez sólo se trate de ser capaz de aceptar el dolor como parte de la vida en lugar de negarlo, huirle o evadirlo. A fin de cuentas todos sabemos, por experiencia, que ni la felicidad ni el dolor son permanentes.