machthisweek 9-1

Les había platicado de mis problemas para entusiasmarme lo suficiente en estas fechas. También les he platicado del hartazgo que me ocasiona el culto a la personalidad en todas las esferas de este fenómeno que somos. Últimamente también he platicado con algunos amigos en relación a los "conversatorios" que se han generado con la idea de transformar un poco la forma en la que percibimos el, y hacemos arte. Estamos intentando cambiar las cosas, es obvio que ya nos dimos cuenta de la farsa en la que hemos caído, sobre todo los artistas nacidos a finales de los cincuenta y principios de los setenta. Hacemos pruebas. Los conversatorios han desembocado en la reproducción de los sistemas que criticamos: alguien se sienta en una mesa para conversar, sostener su punto de vista y demostrar que tiene los mejores argumentos para justificar su "verdad": Ñeee.  A veces los conversatorios se convierten en el alimento que el conversador necesita: tener la razón, ser reconocido, aceptado y comprobar que intelige "correctamente". Yo he optado por no presentarme en muchos lugares para no sumergirme en las mieles del culto a la personalidad (con los chapuzones que yo me proporciono a diario es suficiente, que una audiencia me de la razón o me "reconozca" y me encuentre mal parada, puede hacerme perder la razón (razón que no tengo, btw). 
Ayer,  leí dentro de un clóset en una casa de Pasadena, dentro de un proyecto de Machine Project. Un completo experimento. Por toda la casa había performances: danza, lectura de energías, instalaciones y, en un rincón de la casa, dentro de un clóset estaba un poeta. Así que cualquiera podía entrar al clóset y vivir la experiencia de tener una lectura de poesía completamente privada. La idea fue de un artista que sólo conozco por el nombre de Mark, el creador de Machine Project. Nunca he hablado con él, peeero el poeta (y amigo) Anthony McCann (quien colabora con Machine desde sus inicios) me invitó a leer, en un ambiente completamente gringo, dentro de un clóset, recibiendo a las personas de una por una, únicamente en español. Me encantó la experieicna porque, contrario a otras lecturas, donde solemos leer ante una audiencia, aquí me encontraba cara a cara con la persona interesada (por la razón que fuera) en escuchar poesía en un idioma que, probablemente, no iba a entender muy bien. La experiencia, sencillamente ¡fue fantástica! La gente llegaba, se asomaba al clóset, dudaba un poco ¿es sólo en español? eh, no importa, nos presentábamos, platicábamos un poco, a veces, y sencillamente dejaba de existir la separación entre el público y la audiencia, o entre un idioma u otro, o entre "la personalidad" del escritor y la "perssonalidad" del espectador. Preguntábamos lo que queríamos preguntar, platicábamos sobre el espacio, algunos visitantes al clóset eran escritores. Sólo hubo una persona con la que no platiqué: fue una escritora a quien ya he visto en otras lecturas, ella entró y reprodujo a pequeña escala las lecturas donde nos habíamos encontrado. De ahí en fuera el experimento dio como resultado una interacción fresca que me permitió estar cerca de personas, muchos de ellos artistas, mucho más jóvenes que yo. Y tener cerca esa inocente percepción del arte que funciona como un verdadero generador de cambio. ¡Qué gran aprendizaje! ¡Viva LA! ¡Qué buena despedida experimental me están dando!