Esta frase fue acuñada en la frontera. De las frases más emblemáticas que la literatura fronteriza ha construido. Su creador, Francisco María Sagredo, un ciudadano de 69 años de edad, poco después fue acribillado a las puertas de su casa, junto al lejendario terreno que sirvió para abandonar 9 cadáveres cuyos crímenos, como el del creador de la frase, nunca se esclarecieron. De los pocos que atinaron con una sóla frase a decir algo.