The underground city of Gaza
Por Amir Nizar Zuabi
Diez años y siete operativos después, la misión está completa. La
superficie de Gaza está totalmente abandonada. Todo Gaza se ha mudado bajo
tierra. Hombres, mujeres y niños, una gran masa de personas.
Cavamos barrios enteros, calles, autopistas, escuelas, cines,
hospitales. Cavamos reflejos idénticos de la vida que abandonamos arriba. Nos
rendimos en el sueño de salir de la Franja de Gaza. En las promesas de levantar
los bloqueos, para encontrar una solución al amontonamiento y a la hambruna y
tomamos acción. Nosotros, quienes fuimos atacados por cielo, por mar, por los
campos, que tuvimos una tonelada de bombas arrojadas sobre nuestras cabezas en
secuencias sin sentido para asesinar, hemos dado la espalda a la vida. Nosotros,
a los que olvidó el mundo, decidimos revirar con ternura, y olvidarlo de
vuelta..
Desapareciendo del mundo, del miedo, de la sangre, el único refugio que
nos queda es la tierra. Nos enterraremos a nosotros mismos en vida.
Ahora, 10 años después de que empezamos a cavar, la misión está
completa. Profundo, profundo bajo el mundo viviente hay una ciudad entera – El ghetto
de Gaza, una ciudad bajotierra. Es más moldeada y más fresca y suficientemente
grande. Aquí, apenas si puedes oír las grandes bombas estallando, y el único
golpe de los tanques destrozando las calles es un ligero temblor en el techo.
Cavamos hacia abajo en el suelo de Gaza, a través de las capas del tiempo.
Algunas veces encontramos huesos, remanencias –un cuarto contenía la quijada de
un bruto, la trenza larga de Sansón y la cadera de Dalila, el hueso que alguna
vez sostuvo la carne de una pierna explayada. Y encontramos dos pilares rotos
de un templo ancestral. En uno, vimos un grabado: “Recuérdame, por favor, que
he sido vengado de mis dos ojos.” El suelo arenoso de Gaza siempre fue el
callejón de la desesperación y los desesperados.
Seguimos cavando más y más, con manos vacías, con las uñas quebradas,
Cavamos tan profundo, tan rápido que anulamos los bloqueos y las fronteras y
las definiciones del mundo de arriba. Cavamos bajo todo ese menosprecio, y
entonces seguimos cavando más allá del límite y de el aliento de la tierra de
la que éramos refugiados. Regresamos a ella, profundamente abajo en la tierra. Nos
dimos cuenta que existía el derecho subterráno a regresar.
Al principio pudimos oír el clamor de Tel Aviv sobre nosotros. Oímos la
propaganda que se oía gritando “Muerte a Gaza” “Muerte a los artistas” “Muerte
a cualquiera que no aplauda” “Muerte a cualquiera que no señale la línea” “Muerte
a la vida” Y oímos el sonido de los pasos que crecían organizados más y más,
hasta que se convirtieron en una marcha militar que cablea todo.
Bloqueamos nuestros oídos y cavamos más profundo. No queremos oír nada,
queremos irnos de aquí. Cavamos tan profundo que alcanzamos Estigia, el río de
los muertos. El viejo barquero nos da una mirada desamparada da media vuelta y
se va. ¿Qué bien haría ese barquito contra el lazo de sangre, la masa de
personas, contra la gente de Gaza? Nadamos cruzando el río frío hasta que
alcanzamos la fría rocosa orilla, y entonces seguimos cavando –más allá de la
vida, y rápido más allá del tiempo.
Perdimos nuestro avistamiento ¿Qué tan buenos son los ojos en el cabeceo negro? Crecemos más blancos día con día, casi traslúcidos, como veladora. De polvo
a polvo están las bendiciones en cada boca, silenciosos, ya no escuchamos nada. No
el doble estándar, o los cientos de bombas, o los angustiosos gritos del
atacante. Aquí sólo oímos el insistente mordisqueo mecánico de la tierra.
Aquí en la oscuridad es únicamente pura, desesperación sólida, desesperación
que nos hace cavar y cavar.
Y comenzamos a creer que si seguimos cavando todo el camino hacia el
centro, si no paramos, si perforamos la tierra como un panal, si la hacemos voláti
como la seda, tal vez súbitamente colapse sobre sí misma. Y entonces, como una
charola con apiladas tazas de café y galletas que se estrella en el suelo, en
un revoltijo de sobras y vidrios, todo estará mezclado junto. La parte alta y la parte baja se funden. Y las reglas van a cambiar. Y seremos capaces
de decir con un vistazo de alivio. Aquí hay un trozo de cielo mezclado con un
cuarteado trozo de mar; aquí está Shujaiyeh mezclado con Sderot; aquí está
Zeitoun mezclado con el Monte de los Olivos; aquí está la compasión mezclada
con el alivio; aquí está un ser humano siendo mezclado con otro. Y sabremos que
fuimos salvados de la muerte en vida en la que estábamos atrapados, y ahora
disfrutamos la vida de arriba, y con ellos construiremos una nueva tierra.
Y la población entera se levantará hacia la superficie de la tierra,
pálida y desteñida, cegada por el sol que pega en los campos. Y nos
quedaremos en silencio, esperando a que se ajusten nuestros ojos a la luz. y
mientras estemos ahí en silencio, el miedo y la ansiedad irán gradualmente aterrorizando
nuestro corazón; mientras encontramos refugio en la Gaza subterránea, la
tierra arriba tomó su propia vida, y despojada, fue dejada atrás.
Amir Nizar
Zuabi es guionista y director.