Los demonios estaban de vacaciones e, inocentes como pueden ser los lobos y las ositas, los nuestros llegaron a la conclusión de que habían vencido esa fuerzas del mal.
          Ah, amigo lector, jamás hay que cantar victoria, por lo menos en alta voz (pues los demonios, secreto que tenemos el deber de revelar a ti por tu gran paciencia, son extremadamente vanidosos y no demasiado inteligentes; si no dices en alta voz que los has derrotado, se contentarán con lo que consideran una política eficaz de hostigamiento, justamente cuando sus tácticas han perdido ya toda importancia a tus ojos. Pero si proclamas que han cesado de impresionarte, ten cuidado: esos seres que procuran sobre todo mantener las apariencias, se ofenden y la rabia que los domina los incita con frecuencia a llamar en su auxilio a toda una cohorte de demonios más poderosos que ellos y de los que pueden disponer llegado el caso a pesar de su pequeñez irrisoria). Esa norma habría de evitarnos más tarde, cuando comprendimos bien, muchos contratiempos en el curso de la expedición que aquí nos concierne; no obstante, como el lector inteligente lo habrá adivinado ya, en 1978 no habíamos avanzado mucho en los caminos del conocimientos, pavimentados de demonios, como estaban,

           Julio Cortazar y Carol Dunlop (de Los autonáutas de la cosmopista)