Ay, por favor. Ya dejen de decir que Jesús Gardea es el mejor escritor mexicano olvidado. Porque para empezar no está olvidado, y para terminar de nada sirven esos lamentos de cobija institucional arrastrada (con esperanzas de ir ganando silla). Hay que leerlo y punto. Leerlo es un reto, no cualquiera puede terminar de leer, por ejemplo "El agua de las esferas" o "El diablo en el ojo" (yo no he leído la segunda, y la primera me costó 10 años de visitarla y abandonarla, con serenidad y paciencia, hasta que un amigo me entregó la clave: léela como una experiencia). Afirmaciones como "fue un dentista que un día volvió a su pueblo" no dicen nada de la importancia de Gardea como narrador. Vamos, línea a línea (si es que lo han leído) cuéntennos. Porque incluso algunos de sus mejores amigos no ha podido con "Juegan los comensales" ¿Qué pasaba con el lenguaje de Gardea? ¿A dónde iba? Tampoco creo que sirva de mucho decir "debió haber hecho esto o esto otro" Gardea hizo lo que hizo, y en el más puro sentido zen: es lo que es. Ahí lo tenemos: hecho. Me maravilló El agua de las esferas recientemente, porque hay frases que adquieren profundidades filosóficas impresionantes, como entes individuales, pero que en conjunto son usadas para describir cómo un hombre saca algunos caracoles que están bajo su cama, llenos de polvo; los limpia, los pone sobre algún mueble, observa cómo los ha dañado el tiempo. Lo cuenta así a lo largo de muchas páginas, como si no pasara nada, pero cada deslumbre dimensional de la frase es lo que hace el camino lento: el pensamiento del personaje. A muchos opinadores mexicanos se les ha olvidado que los mejores narradores sostienen un pensamiento a lo largo de su obra, no sólo hechos. Un narrador no sólo describe: sabe pensar, y sostiene su pensamiento. Gardea no es leído por muchos, porque no es cualquier cosa. Sus juegos de lenguaje sí, son muy importantes, pero no son sólo torres, cascarones, están sostenidos por toda una experiencia de reflexión, de introspección. La maravilla de Gardea es manifestar miles de experiencias humanas en muy pocos hechos, a través de la forma en que sus personajes piensan. Sus personajes no sólo son actores. Tampoco me interesa tener razón, ¿eh? así que ni se lo tomen a pecho, No espero ni quiero una respuesta.
Pd. Ah, por cierto, a veces Gardea me recuerda a Juan Carlos Onetti, obviedades, ya saben, la creación de la ciudad imaginaria Placeres-Santa María y tanto en Los Adioses como en... ¿La muerte y la niña? Onetti describe personajes condenados por la percepción moralina de un pueblo que termina excluyéndolos: esta tensión del solitario, del rechazo social construido por las fantasía de un pueblo de mediocres, y el odio levantado de una comunidad hacia un sólo hombre. Creo que ya alguien lo había notado antes.