Ugalde, el mesero, no es el que es, es cabeza de puente, la punta de una rama moviéndose, viviendo en el aire de los otros. La luz de las tormentas, claridad en el árbol extremo; en las arenas de aquí, fulgor para unos cuantos. Porque el fulgor ofende. Grano de sal que licua la carne de domésticos caracoles. Y siempre dirá no conocer ni sombra de los mares.