Cristalina ágata parecía el ojo izquierdo. Como a un goterón de agua, lo llenaba la luz de afuera; el ojo que realmente miraba, y al que se dirigían las miradas del portador, era el derecho: a su esférico vidrio, defendiéndose o huyendo del fuego cercano, se asomaba, potencia agudizada, el alma.

Jesús Gardea (El biombo y los frutos)