Y bueno. Las estrategias se despliegan. La paz manotea, se defiende. La matan, reaparece un grupo y la resucita utilizando a su vocero como intercambio, comunicándose con la muerte. "Esos, aprendizes de brujo" dijeron cuando mataron dentro de su comunidad autónoma a uno de los suyos que andaba dando clases ahí, desarmado. Se intercambian los nombres, las voces. Todo dentro de mi memoria ¿o dentro de mi conciencia? ¿La conciencia tiene un adentro? Anyway. En mi conciencia creo, en este dentro y fuera, aquí y allá. Tú y yo. Patria y destierro.
A todos los que hablamos con la conciencia se nos facilita tu discurso. Todos los que hablamos con la conciencia sentimos el manoteo de una paz herida que advierte su levantamiento. "Esos aprendizes de brujo" sigo dándole vueltas a esa frase. Y a Chiapas. Pero también a mí, a mi propio manoteo, al manoteo de mi propio disfraz herido; herido de lenguaje, diría un Uruguayo, herido de muerte sangrando egocentrismo. El egocentrismo es una forma de violencia, la ejercemos todos los días sobre nuestros seres más queridos. Y ya sé que tú ahora vas a decir "eres una egocéntrica, tú misma lo escribiste en tu blog" (esas argumentaciones estúpidas) como si te estuviera yo dando aquí una herramienta más para que continúes descuartizándome. Y es que, no has entendido nada. Somos egocéntricos, yo lo admito y tú no. Somos soberbios, yo lo admito y tú no. Fracasamos, yo lo admito y tú no. Tu crees que escalas mientras usas las cabezas de los otros para subir a ese mundo chiflado, construido a base de estimulos de todas las clases y en todas dimensiones: premios, clase, contratos, cetros, coronas, idolatría, hermosura, manjares, propiedades, voces que te repiten que eres la mejor, lo máximo, el fruto más interesante de la resistencia, la feminista envidiable y feroz, artista, periodista intachable y justiciera, con todo el derecho de tener sirvientes y choferes a tu cargo y una alfombra de cuerpos para que te pasees por tu país; porque ése es tu país, frenético, delicioso, un manjar que no te sacia nunca. Y te darán otro cetro, y otro cetro, y otro cetro y tu nombre será cada vez más grande y más grande y no habrá cabezas suficientes para que tus pies delicados y femeninos continúen sosteniéndose, por lo menos, en el poder que te hace sentir viva (y culta, y superior). Un paraíso tu mundo, sí. Yo, en cambio, siento un hueco en el estómago cada vez que tengo que hablar sólo con mi nombre, cuando alguien ve mi nombre y me dice, firma aquí. Llena este formulario, aquí está tu nombre en este cheque. Llevo años con un deseo de desaparecer velado. No es un intercambio, no quiero otro nombre, no rechazo mi nombre. Es un anhelo. El anhelo de que no hablemos desde mis deseos o tus deseos. Y es que, cada vez, la personalidad en sí misma me parece una aparición repugnante; la propia personalidad es un veneno ¿te había dicho ya? Cuando te acercas a mí alzando tu personalidad, me enfermo, y cuando pretendes que mi personalidad aparezca y tenga un diálogo con tu personalidad me siento derrotada y triste. No tengo alternativa. Todo lo que me rodea son personalidades intentando imponer sus preferencias inconcientes, cargadas de la avaricia sepulcral que caracteriza las vilezas más atiguas; cada vez que me compro zapatos me da mucha vergüenza. Me doy mucha vergüenza, sí, eso también puedes usarlo en contra mía, mi vergüenza, de cualquier modo no creeré ninguna de tus acusaciones. Tengo mis ojos muy cerca de la desaparición, y mi ánimo está bien puesto en La Realidad, sin estímulos, de esta vida.
d.