Estoy diseñando talleres nuevos para un proyecto colaborativo con varios amigos. Han surgido varios temas que me han puesto a pensar, el punto inicial de estos talleres fue el "estado de ser creativo". Mientras ahondamos en las definiciones de creatividad más cercanas o afines a nuestro proyecto, surgieron otros aspectos: la portabilidad, el no estar quietos, no poseer un territorio o enmarcarnos en un sitio geográfico definido, entonces alguien mencionó el "Tratado de nomadología". Continuamos con la decisión de crear un taller que más que transmitir información, provocara una experiencia. La experiencia de ser creativo. Entonces comenzamos a reflexionar sobre la experiencia. Yo recordé una frase que le he escuchado a mi Gurú: "La verdad no es una información, es una experiencia". Y sí, vivimos en un mundo que nos fabrica las experiencias. Nos bombardea de experiencias. Los medios de comunicación nos fabrican la experiencia del amor, del buen comportamiento, de la familia, de las diferentes formas de fe o de fervor. Nos fabrican la experiencia de lo que es sensual y atractivo sexualmente. Alguien más construye para nosotros las formas de la homosexualidad o la bisexualidad. La manera en que piensa y actúa un drogadicto. Lo que es fidelidad y lo que es infidelidad. Nos entregan las experiencias fabricadas, las celebran, les entregan premios a las fabricaciones más ejemplares y después nosotros sólo tenemos que limitarnos a vivir reproduciendo esas experiencias. La moda es el ejemplo menos complejo. La industria lanza las blusas de una sola manga y ahí vamos todos por la calle, mostrando uno de nuestros hombros. De la misma forma aprendemos a rezar para obtener milagros, a estudiar para escalar en los sistemas económicos, sin pensar siquiera en nuestra vocación. Sin preguntarnos mucho ¿qué me gusta tocar? ¿en qué me gusta pensar? ¿cómo prefiero los espacios? ¿qué tan vulnerable soy ante los estímulos que me rodean (sonoros, visuales, atmosféricos)? No se trata de algo sencillo como cualquier convencionalismo. Es la información diaria que nos dice quiénes y cómo debemos ser, y qué experiencias debemos buscar a través de nuestra vida para sentirnos satisfechos ¿y por qué a la mitad de la vida, la mayoría de nosotros nos sentimos insatisfechos, detenidos en medio del camino con la lista cumplida de todo lo que debíamos hacer para ser felices, de acuerdo a la información que nos han entregado? Nos faltó crear. La imaginación es tan natural como la respiración pero, el exceso de información inductiva conduce a la imaginación hacia otra parte: a los fines de semana, al orden que pondremos en esos dos días para hacer todo lo que queremos hacer; a las vacaciones de verano; a la redacción de informes que hay que entregar a nuestro jefe; a la fiesta anual del trabajo; a la marca de zapatos que usaremos en el momento más importante de la vida. ¡Nuestro gozo se limita a una marca de zapatos producidos en serie! Así, nuestras experiencias no las creamos nosotros. Por intentar reproducir las experiencias tal y como las recibimos del exterior destruimos nuestra experiencia propia, limitamos nuestra imaginación. La imaginación y la creatividad son una fuerza, un poder ¿no lo habían notado? No quiero despeinarme como se despeinan en las revistas o en las salas de arte, no quiero vestir el pantalón verde y la blusa azul. Quiero ser ordinaria, lograrlo, y desde ahí vivir por dentro todas las experiencias que se me antoje crear en esta vida (la verdad sólo me gustaría vestir kimonos, pero -mientras no aprenda a hacerlos- son un lujo). Quiero bailar, pintar, cantar, fotografiar, amar, sembrar un jardín de la forma en que yo sea capaz de imaginarlo. Quiero que la experiencia pase por mí, por mi mente, por mi cuerpo ¡¿Y qué?!  Y que hagamos un taller, un taller con todo eso: un cielo portátil. Sin apropiarnos del espacio, sino experimentado el espacio. De ningún lugar y de todos los lugares. En un libro, la sala de una casa, el parque, un puente, un avión o un museo. Con todos nuestros derechos reservados, conservados, intactos.