Espejito, espejito

¿Qué hago otra vez aquí? ¿Hablo contigo? ¿Hablo conmigo? ¿Descanso? ¿Complazco a mi Guru? ¿Alimento a mi perro interior? ¿Imagino que tengo razón? ¿Pienso en Rodrigo y sus hermosos poemas construidos a base de preguntas? Últimamente tengo la sensación de que observar me lleva a "algo" y, cuando intento averiguar a qué, o a dónde, la respuesta se esfuma. La vida es una tranquila y absoluta ambigüedad apuñalada por uno que otro drama. ¿Qué estoy diciendo? Eso: el drama ¿Qué sería de nosotros sin el drama? Por ejemplo: ¿es más compasivo un chico que hace reír a una muchacha triste o un activista que expone su pecho abierto a una lluvia de balas en favor de los desamparados, exigiendo justicia? Este post me lleva sólo hacia las preguntas. Iba a decir algo del drama: es difícil describir el drama en el que uno está envuelto: se desploma una ciudad, un país, tres edificios, dos avionetas, cinco cantantes, cuarenta amigos, un payasito, tres estatuas vivientes, dos mil niños pero ¡Si la destrucción no existe! ¿enfurecerse, llorar o maldecir porque las balas se escapan? (je, que se escapen las balas ¿no es una metáfora linda?)... ¡Ah, preguntas! El mundo derrumbándose gracias a cinco familias de chiflados pero, abro el facebook y me encuentro con las discusiones y las celebraciones de mis amigos: mis amigos poetas, mis amigos artistas, mis amigos con premios literarios o puestos gubernamentales o cargos directivos en diarios nacionales, o trabajo freelancer desde algún departamento céntrico y victoriano. Mis amigos resultan ser el pensamiento de un país... entonces abro facebook y me encuentro al pensamiento de un país alegando por un premio literario que se entregó a un pobre infeliz sin merecerlo, a nombre de alguna institución; el pensamiento de mi país creyendo en eso de "merecer" como si él mereciera ser el pensamiento de mi país, entreteniéndose con (y devorando) lo que considera sus victorias, igual que cualquier glotón frente a un mostrador de merengues y caramelos. Un premio: injusticia y realidad atroz que, despojada del drama no nos entretendría pero resultaría tan cruel que obligaría a cualquiera a mirarse a sí mismo.

d.