Sólo dejo de pensar que yo le importo al mundo, y ya está- Mi paranoia se fulmina a sí misma. Ese ha sido el mejor consejo que me han dado este mes. Lo he aplicado todas las noches y, varias veces, cuando me llega la notificación de facebook o de Blogger de que alguien intenta cambiar mi contraseña. No debería tomarme tiempo, siquiera, mencionar esto. Pero es domingo (¿o lunes? ¡la ciudad parece un cadáver! ah, claro: día festivo), no quiero gastar dinero para andar en la calle y me prometí a mí misma sentarme aquí, aprovechando el silencio de mi casa y del vecindario para escribir. Cerré mi librería (temporalmente nada más), la reabriré en otro lugar que no sea mi casa, en un momento que espero no sea muy lejano. Tengo trabajo pero no tengo dinero. ¿Noticias nuevas? Sí, pretendo -ahora sí- terminar de leer "El agua de las esferas" de Jesús Gardea. ¿Alguien ha terminado de leer ese libro? ¿Podría escribirme y platicarme, por lo menos, de qué se trata? He intentado leerlo veinte veces, y se cierra. La historia no me deja avanzar más allá de esa parte donde los amigos (o enemigos) están mandándose recaditos en el restaurante y no sé si los meseros son meseros o espíritus o los amigos están vivos o muertos, o si los amigos son amigos. En fin, lo agradecería muchísimo. También estoy pensando -contra mi entusiasmo- armar un curso sobre el poema extenso latinoamericano. (Me dan risa esas personas que intentan descubrir qué es lo que pienso y cuáles son mis decisiones y mis proyectos y vienen aquí a leer y luego me reclaman: "pero si tú dijiste en tu blog, etc.etc..." ¿Cómo es que alguien piensa que el blog de un escritor refleja mínimamente su interior (del escritor)?). Ayer me di cuenta que el así llamado poema extenso latinoamericano, y lo que a mí me gusta llamar "libro de poesía" y no "colección de poemas", es mi forma favorita. Pienso en Gorostiza, Jaime Saenz, Viel Temperley, Manuel Capetillo, y la dulzura florece en mi corazón. Así que tal vez ese sea un buen tema para un curso: la dulzura en el corazón a través de los poemas extensos. Hablando de poemas ahora no sé mucho. Sé lo de antes, qué fue, cómo fue, por qué escribí de tal o cual manera. Pero ahora, que escribo algunos libros nuevos no sé, sobre todo en relación a la forma: me ha dejado de obsesionar la forma como un comienzo, como el bosquejo primero de la creación. Ahora la creación es un impulso, y la forma (porque tiene forma ¿cierto?) es únicamente una consecuencia sin mayor importancia o, con una importancia equilibrada, pienso yo. Por eso me gustaría leer El Nadador en un curso... su forma es tan natural, incluso las rimas más obvias resultan inocentes y suaves. Bueno, ya he descansado suficiente. Saludos a mis dos lectoras más asiduas con un mensaje querendón y realista: chicas, yo no les pertenezco... ni ustedes pueden ser yo (mientras ustedes me persiguen yo me intensifico -eso no es muy afortunado pero es lo que es-). Ah, un fragmento de El Agua de las Esferas:

III
Del fondo del cajón, el papel del Café. Sus bordes estaban sellados, como los labios de una concha. Encima del mueble, resplandecía mucho. Fosfórico lo había vuelto el encierro; muestra, en el aire de la tarde, de la tierra, tomada de suelos marinos, podía uno creerlo. De aquellos vastos silencios, como levantado por una tolvanera de sal, había subido a la superficie de las cosas. La luz del cuarto se le acercaba, adelantando sus lámparas, desconfiando, acompañada de un silencio igual de suspicaz. Hacían pie cuidadoso en la playita privada y comenzaban, con parcos avances, el verdadero acercamiento. Algo suelto, una argolla tal vez, en una de las lámparas, a cada paso tintineaba, hería a cada paso a los amigables lazos de pareja. El retintín que las faldas de la luz no alcanzaban a ahogar, llegaba como el de una campanilla despertadora, hasta el aire mismo donde el fosforescente, en apariencia, dormía.