La forma en la que comencé a escribir (mientras aprendía a escribir, mientras aprendía a leer) no la recuerdo  como imágenes. La recuerdo como la sensación de entrar a otro mundo. Un mundo callado para una casa donde todo era ruido. Esa sensación nunca me ha abandonado: una pausa, como un silencio profundo. Ustedes saben de qué hablo cuando digo "mirada profunda". Esa mirada que parecería un túnel para transportarnos a un destino que no existe. Así es ese silencio que me acompaña desde que encontré la escritura. Todavía sin saber qué decía la escritura que aparecía en los periódicos y las revistas, yo los abría y comenzaba a "leer" inventando su significado, y esa "lectura" me conducía invariablemente al silencio, a ese único mundo mío. Hasta la fecha suele pasar que, si no he escrito lo que debo escribir, súbitamente me asalta ese silencio en cualquier lado, rodeada de gente, en medio de la plática con algún amigo y pienso: este es el momento en el que debo ir a escribir. Cuando llego a mi casa ya es muy tarde, el silencio se ha ido. Y no hay nada que lo haga volver. Las "redes sociales" y sus distracciones. Este blog que me permite descansar un poco. Pero yo sé. Yo sé que si no escribo el libro, cuando el libro me habla, entonces el libro comienza a escribirse sólo, en mi corazón y en mi cabeza y después ya no puedo detener sus conversaciones y sus estruendos. Si no comienzo a ponerlo pronto en alguna página, el libro me rebasará, pasará por encima de mí y me dejará vacía y escuchando los huecos de su marcha. Buscando como quien busca algo que, imagina, alguien dejó escondido antes de morir. Hoy, en casa de Román, de súbito me asaltó el silencio. "Necesito escribir" le dije. Después caminamos por Hollywood rumbo a una tienda y el silencio volvió a aparecer mientras una paloma buscaba refugio en un semáforo, cortando el frío del aire con su vuelo. Creo que su vuelo dolía. Al regresar a casa, en el camión imaginé la forma de ese libro, un libro en prosa. Una prosa sólo para hablarte. No una conversación, sino una prosa nada más para hablarte, para preguntarte  quién eres y que nadie responda. Para decirte que te quiero sabiendo que tú y yo somos únicamente yo y yo. Entonces pensé en Darwish y en cuánto lo comprendo. ¿Desde cuándo comenzaste a ser yo? ¿Desde cuándo yo soy la profundidad de un silencio? ¿Desde cuándo tú no eres tú, sino yo? ¿Desde cuándo soy cuándo y soy lugar y paloma y cielo y tienda y frío, y semáforo?

d.