"No sé por qué mientras observo cómo otros se hunden en el desfile de sus dolores, yo veo cada acto doliente como mi camino sagrado. La realidad de cada sufrimiento encierra una profunda luz, una luz para ser vista por muy pocos. Aquí está, por ejemplo, el sonido incesante que produce el motor del refrigerador; el hocico mordido de un animal salvaje que se rinde, el mosquitero de una puerta vieja que no protege a nadie. Y yo en el centro de todo ese esplendor. El animal se revuelca agonizando, desesperado y yo, sólo veo que muy pronto, sus ojos estarán detenidos y, mientras el refrigerador agita sus campanas afónicas, lo estamos despidiendo porque ha entrado a un universo que aquella puerta y yo deseamos, fervorosamente, conocer. pero, nuestra emoción es tan vieja y tan gris, tan desangrada, que no podemos revolcarnos, que no queremos nada, y que nada nos duele suficiente."
Lorenzo Calleros