Escribir o caminar sobre el agua. De niño yo tenía muy clara la imagen de ese milagro: caminar sobre el agua. Todo es milagro para el niño que se desliza en la alfombra del persa. Lo intentaba en la alberca y caía hasta el fondo. Tal vez el fondo me llamaba, tal vez no había lugar para mí en la superficie -ni en el milagro. Yo intentaba. De pronto, una sola vez, durante un solo instante... y sin testigos. Tampoco hubo las voces llamándome en la barca. En el fondo sí. En el fondo mi madre, antes de morir, cantaba.

***

Lo que mi madre cantaba no se puede decir. No era un decir, era un oír. Su voz venía del fondo y me devolvía a la superficie, mostraba un camino hacia la respiración. Entre dos aguas, lejos del fondo y lejos todavía de la superficie, a la deriva. Más allá del agua yo me hundía en su voz para respirar de nuevo. Ahora creo saber que el milagro es otro: no un paso sobre el agua, sino el paso entre las aguas. Y como aquello que mi madre cantaba no se puede decir, escribo.

                 Jorge Esquinca (del libro Vena Cava, fragmento de Consolament).