En el desierto me dediqué a cuidar, pacientemente, un puñado de azucenas, rojas, como la sangre. Y hoy aquí, en mi jardín, las azucenas brotan de la nada, sin que ponga el menor esfuerzo. Hoy me senté en las escaleras del patio y me di cuenta que las uvas maduraron ¿ahora qué se hace con ellas? y en el corazón de una azucena una abejita hacía su trabajo. No mentiré si relato que mientras la abejita trabajaba en el corazón de la azucena un colibrí pasó rozando mi cabeza y una mariposa amarilla volaba de esa manera vulnerable en que suelen volar, como sostenidas de un hilo. ¿Dónde estoy? Las azucenas aquí son pálidas, como el azúcar. Y las lagartijas grises como piedras, como pequeños dinosaurios. En el desierto, las lagartijas de mi jardín eran brillantes, color rosa y verde, mientras caminaban por mi colección de piedras podía ver sus colores latir. También el alimento brota en mi jardín. Pero no es como el del desierto, el alimento aquí está vivo. Ya no sé más quién soy.
d.