El día que dejemos de vivir el deseo, el día que no deseemos poseer. Y no, no te hablo a ti. Nunca te he hablado a ti. Le hablo al desierto que no supo, que nunca supo cómo quedarse con tu sangre, con toda tu sangre. Le hablo al desierto todo el tiempo que no es más que desierto y no carga, más que un polvo sin nombre. Ese es mi lugar: nadie.
d.