Pero en mi verdadero corazón siempre habrá un lugar para un tenista y un beisbolista. Oh, sí. Novak Djokovic es mejor que el chocolate. Me aprendería un libro completo de Aloj Ijan sólo para poder hablarle. Así es como la poesía pasa, en mi verdadero corazón, a ser sólo una encantadora herramienta para resolver asuntos primordiales (y primitivos). Recuerdo cuando una persona que conocí en un bar pasó toda la noche diciéndome poemas de Cummings (o por lo menos eso parecía: una traducción al español de Cummings). ¿Eso es Cummings? preguntaba yo. Nunca me confirmó. Era una especie de académico porque cuando le dije que estaría en Naropa, comenzó a preguntarme sobre teoría literaria. Todo desembocó en un verdadero malentendido. La persona no entendía qué clase de "universidad" es Naropa y yo no sabía de quién eran esos poemas. Ahora que lo pienso, quizá la persona era un escritor famoso, sobresaliente en el país, pues. A las 5 de la mañana terminé deseándole el clásico "que tengas buena vida". Los escritores somos tan patéticos. Qué horror, placentero hubiera sido ver jugar a Novak.
d.