Mientras las personas pasean por los mercados orgánicos para sentir ese alivio inútil que les proporciona pensar que se alimentan con vegetales menos contaminados a cambio de muchos-muchos dólares, yo pienso en el barrio chino y las bondades de un jengibre (a juzgar por el precio) probablemente radioactivo. En el desierto, el jengibre está, obviamente, un poco deshidratado ¿Qué se puede esperar de un lugar donde los soldados alemanes se aparean con chicas mexicanas que vacían sus bolsillos a cambio de parir algo que los conmueve (un orgasmo, un bebé, una enfermedad)? Todos vivimos sujetos a los intercambios. Yo siempre he creído que no tengo mucho que dar, por eso necesito el dinero (como los soldados alemanes), últimamente  incluso mis enfermedades convencen muy poco, porque son mentales. A la gente le gusta ver y mi mundo, para el infortunio de mis bolsillos es profundamente invisible. No es que yo no necesite ver, necesito ver tanto como cualquier cosa que se precie de andar la vida caminando pero, mis realidades se acomodan mejor en esa parte que no se ve. Constantemente olvido la palabra "elemento" por ejemplo. Me resulta muy difícil pensar en los "elementos" del lenguaje, todo por no darle tanta importancia a una acción tan básica como ver. Quizá por eso amo el desierto, aunque ¿uno debe argumentar para sí mismo las razones por las que ama? bueno, si lo que uno busca es ver, probablemente tiene que argumentar. El desierto es una totalidad. Aislar sus elementos es posible, pero también es, más evidentemente que en otros lugares (como la selva o el bosque) absurdo. El desierto, constantemente, pasa desapercibido. Para ver el desierto hay que ser consciente de todo lo que no se ve: el transcurso del tiempo, la forma en que el silencio se mece, la fuerza con la que el viento sostiene el calor y transporta la apacible manera de reproducción de las plantas. Los vegetales no existen, existen las raíces, los arbustos por donde corre la mezcalina; las gotas de agua encerradas durante siglos dentro de la formación de ciertas piedras. En el desierto la vida no es un estruendo, es un río subterráneo, lento y silencioso. Hay estruendos en el desierto, sí, como un preámbulo. . Preámbulos producidos por el licor, el decorado de las cantinas o los restaurantes, la sexualidad humana que se contorsiona para desaburrirse, los autos a gran velocidad, la falsa cocaína, los operativos de la DEA; preámbulos con filo, preámbulos para los infelices, para los empeñados que quieren caminar por encima y vivir por debajo, escarban en el cuerpo del desierto: pobre ¿Cómo se puede experimentar la vida de la raíz viéndola?. Yo amo, definitivamente.

d.