Me creció un brazo en la cabeza, y me di cuenta de que sí era yo quien construyó su casa imaginaria en plena calle. Hoy me encontré en la esquina de Chinatow con la sonrisa más hermosa que he visto. Aunque lo niegue, soy la mujer sin casa que ignora a los transeúntes enfrascada en su intimidad. No sé de qué reía esa mujer que vi y estoy segura que era yo. Pero entre tanta gente su mirada y la mía se encontraron en el centro de un vuelo. Yo sentí su risa (mi risa) igual que una moneda brillante que caía en el fondo de un jarro, y echaba raíces como ondas. Al mismo tiempo en ella (yo), la risa germinaba hasta el fin de una flor en sus labios. Es un lugar común, lo sé, pero los lugares comunes tienen sus orígenes. Ella (yo) no era otra cosa que un origen.

d.