He pasado unas semanas interesantes. Levantándome a las 4 30 de la mañana, para estar medio despierta a las cinco, tomar un poco de café y salir a econtrarme con personas muy interesantes que me permiten documentar su dolor. Y otras personas, muy interesantes también, que me permiten conocer su profesionalismo y dedicación periodística (esa vocación) absolutamente alejada de cualquier interés rastrero (son contados los periodistas así, no duran mucho tiempo "dentro" de los medios, en fin). Una semana intensa porque también tengo una casa que limpiar. Mentira. No me gusta la palabra "intensa" digamos una semana rápida, porque también regresé a impartir el taller en el Frente Indígena de Organizaciones Binaciones, pero además, antes de dormir, he tenido tiempo, concentración y paz para terminar de leer una novela, y empezar a leer "Evangelios para sanar".  Cualquiera pensaría que con actividades así, emocionalmente desgastantes en el caso de las entrevistas, uno termina deshecho pero no, es lo profundamente conmovedor, compasivo e inspirador que sólo puede vivirse ahí, y de esa forma para percibir que no estamos solos, ni los más atravesados por dolores innombrables, ni nosotros (aunque pareciera que todos tenemos el mundo encima, persiguiendonos) no. Hemos aprendido lo que los que persiguen, no saben hacer: hemos aprendido a crear otros mundos, universos donde ningún chacal o asesino puede poner un pie (o lo puede poner, pero no resiste nuestro universo durante mucho tiempo; lo pone y luego sale a contar: tuve un pie ahí, y ellos están creando su propio universo, deberíamos defendernos porque seguramente quieren que ese universo se devore al nuestro). Si supieran que no, no queremos su mundo, y que si, tan solo pensáramos en su mundo, nuestro universo se derrumbaría. Pero después de todo es como haber corrido y tener que detenerse a observar, a construir, a levantar lo que imaginamos. Y lo que imaginamos no es pequeño. O sí, pero no importa; importa que es un universo sin principio ni fin: ilimitado. Es lo que aquellos no saben otra vez, que el tamaño tampoco es como lo pintan.

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