Desde hoy, para siempre, condeno a tu sombra:
Que en pena y robada a la mano de Dios,
regrese al asfalto, dramática y sola,
y arrastre tus culpas, bien hembra y bien sombra,
sangrada por siete navajas de Sol.
Allá va la sombra de María a su otro infierno...
sólo queda aquí la vaina rosa de su cuerpo:
tiene todo el mal del mundo en flor, cabal y abierto
hasta el final; y sin embargo el corazón
se le ha negado a ser peor.
Horacio Ferrer