Foto: Jaime Bailleres
Ayer regresé a este maravilloso infierno. Casi de noche. Desde antes de subir al avión, en El Paso, Texas, un tipo muy hipster intentaba entablar esa entusiasta amistad que construyen los angelinos que viven en las nubes: "¿este es el vuelo a los ángeles?" me preguntó. Inmediatamente pensé ¿no has leído tu pase de abordar? dice A1 y, efectivamente: A1 es el lugar donde estamos esperando. Por alguna razón cuando alguien hace preguntas como esa no puedo responder. El tipo vestía unos pantalones de tubo, hechos de una tela semibrillosa, zapatos de goma y una camiseta de rayas rojas con gris, sin mangas. Ultranglo: "Bueno, supongo que sí es, aquí se ve mucha L.A. People" dedujo ante mi silencio. El hipster dijo que había transbordado tres veces desde alguna parte de europa y que, del Paso, no conocía más que el aeropuerto "Supongo que no me pierdo de mucho: arena, cactus, jeje." tampoco respondí. El hipster tenía media hora con su teléfono conectado a un enchufe que no servía. Esperé que fuera al baño, para alertar a su novia de ese "pequeño" detalle. Me libré de ellos así, cambiaron de enchufe, cambiaron la oportunidad de hacer una amistad nueva. "L.A. People" pensé. El vuelo fue fantástico, sentí que sólo había transcurrido una hora. Llegar a la terminal 44 de American Airlines, es como llegar a la central de autobuses de Coscomatepec. Todos los angelinos entusiastas, incluyendo al hipster, nos formamos para tomar un autobús que nos llevaría a la verdadera terminal. El hipster decidió llevar su mochila en la espalda con la que me regalaba golpecitos frecuentes. No me importó hasta que, con uno de esos insignificantes roces, me djo "Oh, im sorry". ¿Debía yo responder a esa obviedad? ¡No! porque mi respuesta hubiera sido ¿Eres siempre así de pendejo? Ante mi silencio el hipster gritó "¡Dije im sorry ¿podrías responderme?!" Mi corazón se agitó alegre como un cascabel, se carcajeó en sus profundidades. "Ah, no te preocupes" le dije, con mi sonrisa más new age. Para ese momento él estaba completamente enloquecido por la ira. Eso debe ser lo que provocan los productos orgánicos en esos mercados de granjero.
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