Tenía quizás 23 o 24 años cuando vivía con Jaime. Cocinaba todos los días. Partía fruta para el desayuno. Algunas veces desayunaban con nosotros su hermano Miguel, sus sobrinos Alan y Andrea. Fui muy feliz. Después no volví a cocinar jamás. Jamás, la cocina se me negó. Pero antes, repetía las recetas de mi madre, le llamaba por teléfono para seguir las instrucciones, en fin. No entiendo muy bien qué pasó, pero jamás volví a amar un lugar en la cocina. Tal vez porque Jaime y yo hacíamos todo bailando, y porque siempre (a pesar de todo, reímos: hasta el final). Recuerdo esto porque fui a Central Market ayer, con mi amiga Virginia. Aproveché que ella tiene carro y compré esa fruta que ponen en oferta a 1 dollar. 4 libras de plátano por un dolar. Se me ocurrió preguntar si tenían flor de jamaica, últimamente los tacos de flor de jamaica me fascinan y -sin pensar- estaba comprando los ingredientes para cocinar.... ¡cocinar! No les puedo decir que los tacos de jaimaica que cociné ayer resultaron deliciosos, mentiría, pero el guacamole no tuvo comparación. El domingo, estoy segura, mis tacos de jamaica serán perfectos. ¡He vuelto! 15 años más tarde, he vuelto a cocinar. Me pregunto si mi regreso a la cocina y la entrada de la izquierda al poder en mi país, serán algún tipo de presagio.

d.