"Los astros, las estrellas, las
luces que no conocemos a ciencia cierta, se estaban organizando, se estaban
poniendo de acuerdo. Sobre un plácido cielo azul oscuro, susurraban sus
decisiones. Porque los astros, las estrellas, siempre han podido decidir.
Decidieron comunicarle a Cosmo cada paso que daban, porque Cosmo, apenas nació, dedicaba gran parte de su pensamiento a contemplarlas y a hablarles. Cosmo
nunca se había preguntado por La Voluntad, asumió que, como él la tenía, debían
tenerla los astros, las estrellas. A Cosmo le intrigaban sus destellos, y otra
luminiscencia, una que cambiaba de forma, que había visto por primera vez
amplia, fresca y redonda y otras veces parecía la uña de un gato. Cosmo saltaba
de alegría cuando la veía completamente blanca, y su estado de ánimo iba
menguando como menguan sus dimensiones, esa luna fue la primera que hizo que
Cosmo provocara un escándalo: corrió entre los pastizales creyendo que ella se
movía ¿y se movía? Sí, pero no en el tiempo ni el lugar de Cosmo, ni el de sus
percepciones. Cosmo ignoró las matas de maíz que quedaron pisoteadas y cuando el cansancio de Cosmo descubrió que era imposible detenerla, en presencia de todas las plantas fastidiadas esa noche, Cosmo aulló por primera vez."
d