Ayer fue un día largo. Igual que las distancias de un barrio a otro en esta ciudad. Un día largo, pero festivo. Después de cenar en el barrio chino regresé a casa con mi amiga Bertha. Escuchamos la opera tango "María de Buenos Aires", una ópera-tango musicalizada por Astor Piazzola y escrita por Horacio Ferrer que en estas semanas me obsesiona un poco. Es una pieza vieja, la primera vez que la oí fue hace más de diez años, quizá, en el D.F. una de esas noches que se vuelven días y noches otra vez (típicos allá). Bertha y yo escuchábamos la ópera-tango y entonces reflexionamos sobre el arte y su destino subterráneo. El arte nunca está en los grandes medios de comunicación ni en la promoción sistemática y eficaz de las grandes productoras discográficas, sin embargo, por alguna razón que todavía no me explico bien, termina aquí. En mi casa, después de un día de metrópoli. El arte es, en nuestros tiempos, un movimiento clandestino. Horacio Ferrer utiliza slang argentino, quizá porteño a lo largo de su ópera y, le comentaba a Bertha que esas palabras que se convierten en pura música, es decir, la materia de la palabra vacía de significado en el arte, es algo que disfruto tanto, lo gozo de tal manera que por varios días busco cuál es el significado de esa palabra que tanto disfruté; así, una palabra desconocida, me conduce de alguna forma hacia mundos que no podría tocar de otra manera. Lo mismo me sucede con los amigos que tengo en esta ciudad, el sólo intercambio de un par de ideas me impulsa siempre hacia un trayecto, un trayecto a otro mundo. Acostumbrada como estoy al desierto, había convertido las charlas conmigo misma en mis únicas vías para la experimentación. El desierto es así: desierto, sin interlocutores, un mar de hermosa arena (y en los últimos años, un mar de sangre). No pedí interlocutores en mi vida, la verdad no me había dado cuenta cuánto se crece con ellos, sin embargo la vida me los da. A pesar de que, para elegir la ciudad donde me gustaría vivir, los interlocutores no tienen ninguna influencia, agradezco tener estas compañías: las preguntas que no hice yo, los pensamientos de otros que son como otros caminos, y que siembran en mí la curiosidad que impulsa mi movimiento. Moverse, transformar, esa es la capacidad del arte y de las conversaciones con los artistas.

d.