En este lugar he visto la luz más hermosa en un camino tranquilo, personas que saludan al pasar junto a sus mascotas actuando como un verdadero monumento al civismo. La luz era la luz de la tarde hacia el final de un túnel de árboles, sospecho. (A nosotros nos gustaba tanto la luz. Para nosotros todo era luz.) Ahora, paisajes como ese son un verdadero lujo para personas como yo. Hace tiempo que yo, cuando camino, puedo sentir cómo todo el mundo se mueve. Nada está quieto. Sin embargo ante paisajes tan hermosos nos da por pensar que hay algo detenido sobre lo que andamos seguros. Y no. Todos sabemos que este mundo se mueve ¿cierto? pero nadie lo cree; tal vez ese sea el motivo principal por el que todos pensamos que la vida consiste en guardar el dinero como las ardillas acumulan sus nueces o, tal vez ese sea el motivo principal para que otros tantos inviertan sus energías en construir un bunker ¿quién sabe?

Que el mundo se mueva es sólo una minucia de universo: polvo de estrellas ("sombra de aire" dirías tú). No percibimos que la tranquilidad de la montaña con su túnel de árboles es sólo una cubierta. Vemos esa cubierta. Sentimos el espíritu de la naturaleza en todo eso. Pero alguien cavó en lugares estratégicos de esa montaña. Alguien levanta la basura todas las tardes e, incluso, hay partes de ese lugar donde pusieron pavimento: la cubierta. Como si se tratara de un barco en un mar que no vemos. Bajo la cubierta están apilados los esclavos. Los que no ven la luz. Los que son transportados clandestinamente, amontonados, enfermando y muriendo en el mismo lugar. Montones interminables de cuerpos que no tienen las consideraciones mínimas que los "civilizados" damos a las mascotas. Pero sus cuerpos son también una cubierta. Son montones de cabezas pensando. Son sexos. Son lenguajes hablando debajo de la superficie: desplazados, capturados mientras aman, sueñan con la luz que no tienen y la vida les brota en la oscuridad insalubre, con rencor. Y es que no sólo son, somos. Somos ese organismo completo. Somos ese lugar enfermo que alimentamos creyendo que la vida consiste en intercambios. Creemos que la vida se trata de subir escalones, mientras nos estamos hundiendo en un planeta que, sin embargo, se mueve. Así es la guerra en este lugar de distraídos por las bondades de la naturaleza. En otros lugares, donde la guerra es franca, esas bondades naturales no existen, tampoco los esclavos ni los paseos; la guerra está enfocada en el exterminio. La naturaleza, en esos lugares, regala silencio, zonas de la devastación y la sensación única y preciada de saber que, más abajo, todo ha quedado muerto.

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