En estas fechas ha habido mucha imagen y pocas letras. ¿Será porque es más sencillo percibir el horizonte desde esta "amplitud de corazón"? Como sea, querido Inti, tú sabes que me volvería loca (-ya sé que ahora lo soy-) si pudiera tener frente a mí a los edificios que bloquean la visión en México, D.F. desde la extravagante vecindad de Francisco Fenton, diciendo salud y arruinando las fiestas: pateando puertas en la colonia Doctores y despertando -sin saber cómo- en algún departamento art decó de la Colonia Juárez, Tuve una revelación en 2009, cuando hicimos el jápening de "Intervenir" con Rodrigo en casa de Jorge y en la mañana había desayunado con Alfredo y sus gatos. Alfredo me llevó al mercado San Juan y a una tienda de disfraces que, de no ser por el compromiso, nos habría provocado comprar y vestir unos cuantos (en privado, por supuesto). Ah, la revelación en ese año fue en relación a mis imposibilidades de narrar; mientras caminaba desde algún lugar de La Juárez a La Doctores a La Roma, pasando mi mano por las paredes sucias, con el cascabel del buen humor agitado porque me acompañaban tres de mis amigos más queridos: Claudina, Alfredo y Laura (Laura estaba enojada -por cierto-) y repentinamente, el texano amenazante de Mullholland Drive, apareció y me dijo que el punto clave para transformar mi escritura yacía en la percepción: tenía que "percibir de forma diferente y para eso necesitaba transformar mi estructura de pensamiento" . Yo sé que a nadie le importan estas cosas, pero ahora veo que todo era un nudo que se venía atando desde antes. En ese momento comencé a incendiar mi propia percepción a cambio de poder relatar tonterías en unas cuantas líneas. Es como vender el alma al diablo, sumergirla en el infierno y ver cómo -después de todo y sin explicación cabal- ahí está el alma como recién nacida. El D.F ahora e mi Tótem (no me alburéen, por favor, queridos: los extraño) y el acento texano, mi gurú

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