Me entero (por facebook -obviamente-) que hoy es el día mundial contra la esclavitud e imagino que, tal vez, el lugar donde se gesta y se utiliza la esclavitud actualmente no lo tenemos claro. La esclavitud y sus ramificaciones nos impiden situarla o señalarla (no esperemos identificarla fácilmente). Desde que vivo en un país y en una ciudad que no me corresponde en el más mínimo sentido, he tenido la fortuna de percibir una realidad que no todos percibimos cuando vivimos en nuestro lugar de "origen" y las preguntas en cuanto a la existencia de las fronteras me empiezan a quedar más claras.
Crecí en una ciudad donde la esclavitud es ofertada como una gran oportunidad, pareciera que la propaganda es el primer indicio de que algún mecanismo solicita esclavos. Me refiero a la industria maquiladora que, en los años setenta "convenció" a mi país de que la esclavitud era una gran ventaja para todos: acababa con el desempleo y por ende con el hambre. Así, de manera astuta, la industria contrató a millones de niños (las contrataciones para las líneas de producción se hacen con personas de catorce, quince, dieciséis y diecisiete años, principalmente), niños a los que, mientras les proporcionaba sueldo, servicio de cafetería y salud, también les costeaba la educación secundaria y preparatoria en sistemas gubernamentales creados específicamente para desarrollarse en las maquiladoras (¿Cuánto dinero invirtió -y continúa invirtiendo- mi país en crear y aplicar estos sistemas educativos que benefician a las industrias extranjeras?). El niño contratado por las fábricas se desenvuelve en una nave industrial que le ayuda a superar su pobreza y le proporciona educación. Con los años, esos niños se convierten en los adultos que supervisan las líneas de producción y contratan a otros que, como ellos, empiezan su carrera en esta maravillosa oportunidad de progreso. Los supervisores son apoyados económicamente para terminar una carrera profesional, siempre y cuando la carrera contribuya al desarrollo de la empresa: una ingeniería, por ejemplo. Los supervisores -ya casados con alguna compañera de turno- se gradúan finalmente para convertirse en aquellos que -a cualquier hora- se encargan de los procesos de calidad y el funcionamiento de las maquinarias, y a la vez, se convierten en padres que entregarán a sus hijos al mismo sistema que ellos conocieron, en el que fueron criados (o creados). Esa es sólo una de las formas de esclavitud en la que todos somos partícipes diariamente. Los gobiernos las festejan y los presidentes las inauguran. Existen muchas otras, más crueles y menos perceptibles pero, escribir sobre esta hoy, me ha agotado lo suficiente. Así que felicidades a todos los que somos, orgullosamente, unos esclavos.

d.