Falta escasamente una hora para que salga de casa rumbo a lacma, el museo donde serviré de voz para leer los poemas de varias escritoras mexicanas: Claudina Domingo, Karen Villeda, Pura López Colomé, Mónica Nepote, Carla Faesler y Myriam Moscona. Traducidos por la poeta Jen Hofer. Las lecturas públicas para mí siempre han sido un tormento, pensaba que se trataba de mi convicción de que la literatura está en los libros y no en esa especie de teatro que se ha convertido en estos tiempos en un trabajo más que el escritor tiene que "representar". En mi trabajo como escritora he luchado por no representar, sino manifestar: que el lenguaje se manifieste. De repente la vida me empuja no sé a dónde. Mis libros han empezado a publicarse muy rápido. Ya no sé quién soy. Estoy naciendo en vida. Los textos que las escritoras compartieron, y que se relacionan (cada texto) con un cuadro específico de la colección surrealista que exhibe lacma., me fascinan en su mayoría pero, es difícil entender la forma en que otra escritora leería cada poema. Las pausas, los silencios, que haría Carla Faesler, por ejemplo, el ritmo en que se sumergiría Karen Villeda, el énfasis, la entonación. Es raro leer poemas de los que no me he apropiado todavía. ¿Cómo ocultar la sorpresa que me causa un verso mientras leo para los demás? ¿No afecta eso la forma original de los textos? En fin, que no es la poesía, ni la institución, ni la hora, ni el "evento": es mi presencia. Mi presencia me perturba, es una presencia que no puede estar quieta mucho tiempo. Mi presencia no coincide conmigo en casi nada. Veo a mi presencia como la de un andrajoso, que no sabe quien soy, exhibiéndose. Así que perdonarán, chicas que no lea con la mesura e intensidad que sus textos merecen, pero ahí voy.
d.
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