¿Se nos había olvidado que la tierra es una sola? por alguna razón mis amigos celebraron el equinoccio de primavera, más un temblor con epicentro en Guerrero, más un sismo en Indonesia. Quienes querían señales claras de la naturaleza están gozando. Todo esto en relación a la entrada del quinto sol de acuerdo al perfecto y maravilloso calendario maya, esculpido por los primeros astrónomos y (hasta la fecha) los más acertados en este absurdo plano terrenal. Puedo asegurar que, si estuviera en medio de la guerra que me arrebataron, con ese grupo de amigos que están por todas partes aventando papeles de colores, levantando arcoíris. Gritando ¡Ahoo! como nuestros antepasados o invocando a Ometéotl, tal vez disfrutaría con la evidencia de que la naturaleza de este mundo ya no puede más y manifiesta su transformación inevitable. Como mi ánimo carece, en gran medida, del gozo de quien vive lo que le está destinado y, tomando en cuenta que, ni siquiera vivo en la tierra, sino sobre cuatro ruedas dentro de un automóvil estacionado, lo que festejo es la revolución.
Porque, chicos, es maravilloso pensar que la revolución no es parte de una idea o una decisión, sino una manifestación natural. La revolución no es una expresión, es la acción misma del movimiento y el cambio. No es lo mismo ser el movimiento que pensar en moverse: ¡Ahoo!
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