Parece que fue ayer, pero fue hace doce años cuando estaba yo en mi oficina del Diario de Juárez, en pleno cierre de edición, y una amiga me llamó para avisarme que Jesús Gardea había muerto en la Ciudad de México. Todo esperaba menos esa noticia, igual que el año pasado pude esperar todo menos dejar "para siempre" la ciudad donde viví durante veinticinco años. Hace doce años entré en shock y caminé por esa ciudad durante horas sin poder creer lo que estaba pasando. Entré al café donde solíamos encontrarnos Gardea y yo; José Pérez-Espíno estaba ahí. Le di la noticia y no me creyó. ¿Cómo creerlo? Regresé a mi casa y, desde entonces, nada ha sido igual. No he conocido a nadie como Jesús Gardea, auque me alegra muchísimo, inesperadamente, encontrar rasgos similares en esa forma de observar tan detallada que tienen algunos narradores. Hoy es doce de marzo. Día en que, hace doce años, murió Jesús Gardea. Y todavía un par de novelas suyas siguen inéditas: La Casa de Anfibia y Bugambí. Muero por leer Bugambí. Pero no tengo prisa. Yo ya no espero algo. Hace tres años, casi, alguien entró a mi casa arrancando la reja de la puerta trasera y robó uno de mis diarios, Los Autonáutas de la Cosmopista (de Julio Cortazar), y la mayoría de los libros que estaban dedicados para mí, por Jesús Gardea. Lo hicieron para dañarme, y lo consiguieron. Pero aunque lean lo que yo ni siquiera recuerdo que escribí en mi diario, y repasen las palabras que Gardea dejó para mí en cada una de sus dedicatorias, no entenderán. Porque esas palabras no son sólo un documento, sino una experiencia: la manifestación luminosa de ser un artista (y  no un resentido). La experiencia de ser artista nos pone en el camino a otros artistas, sólo para confirmarnos que esa luz en la que creemos existe de forma natural y real entre nosotros. No se trata de alguna especie de optimismo, se trata de una verdad interior. tan simple como la verdad de un ladrón, cuya experiencia pone en su camino a otros ladrones para confirmarle que se encuentra en el lugar correcto que le ha asignado su naturaleza.

d.