"Existe un ser que vive en mí como si fuera su casa, y es. Se trata de un caballo negro lustroso que a pesar de ser enteramente salvaje --pues nunca vivió antes en nadie ni jamás le pusieron rienda ni montura-- a pesar de ser enteramente salvaje tiene por eso mismo una dulzura natural de quien no tiene miedo: come a veces en mi mano. Su hocico está húmedo y fresco. Beso su hocico. Cuando yo muera, el caballo negro se quedará sin casa y va a sufrir mucho. A menos que él elija otra casa y que esa casa no tenga miedo de aquello que es al mismo tiempo salvaje y suave. Aviso que no tiene nombre. Basta llamarlo y se adivina su nombre. O no se adivina pero una vez llamado con dulzura y autoridad, acude. Si olfatea y siente que un cuerpo-casa está libre, trota silenciosamente y acude. Aviso también que no se debe temer a su relincho: uno se engaña y piensa que es uno mismo el que está relinchando de placer o de cólera, uno se asusta con el exceso de dulzura de lo que es por primera vez"
Clarice Lispector. Aprendizaje o el libro de los placeres.