"En las bocacalles, el calor era menos. Un fresquecito furtivo acariciaba a los dos. Paniagua acabó por detenerse. Se volvió hacia la enfermera de blanco, fantasma, y, sin mediar palabra, la llamó con toda la sangre. Ella sintió, en la oscuridad, el tumulto, la fuerza del reclamo, pero dijo, echándose a caminar de nuevo:
---Isidro, lo que usted quiere saber yo se lo digo en su casa."

                                                                      Jesús Gardea. El Tornavoz