"Arte y poesía desde la tragedia" últimamente me he vuelto un tanto remilgosa con todo lo que se relaciona con la guerra. Esa fue una manera de promover un evento donde artistas y escritores participaron contribuyendo con su trabajo para protestar contra la destrucción de la calle Al-Mutanabbi en Bagdad, Iraq. Una calle donde las librerías y los pequeños espacios para que el arte se manifestara en todas sus formas era el centro y la base. El esfuerzo del antologador y de los artistas que colaboraron me parece un acto maravilloso de compasión, amor y humanidad. Los problemas para mí (y digo para mí porque ahí nadie pareció enterarse, avasallados por la energía que los motiva a ver la guerra -de lejos- y con absoluta misericordia-.) surgen cuando las situaciones tan fructíferas (es fructífero para cualquier movimiento social que los artistas se unan entorno a un tema) se transforman en un acto para subir al escenario: una tragedia. Mi querido y brillante amigo Rob me dijo "claro, es lo contrario a la comedia ¿cierto?" y en efecto, una simple palabra "tragedia" basta para distanciarnos de la realidad, transportarnos a una representación y no a la manifestación, a la experiencia misma. Puedo pensar en el horror que fue para muchos verse perseguido, bombardeado, hostigado, secuestrado, amenazado: en medio de la realidad. Ese no es un guión (que tiene sus actores, sí... que fue planeado, también... que lo ejecutan no sólo en Bagdad recientemente sino es un circo en el que está envuelto el mundo entero... oquéi, lo entiendo) pero ¿cómo puedes llamarle "escenario" a tu casa? ¿Cómo puedes pensar que una masacre es una representación? "La tragedia" la tragedia es lo que queremos ver, es más fácil... Tengo ganas de acercarme a la guerra: voy a un museo y enciendo la luz compasiva de mi corazón por dos segundos y, además, no a través de la sangre, la podredumbre y la violencia... no: a través del arte (el arte, que nos vuelve conmovedor y hermoso cualquier genocidio). Seguramente alguien conoce el aroma que despide un cuerpo reventado, fresco (no vayamos a exagerar con los cadáveres en estado de descomposición). Seguramente también alguien más ha experimentado el impacto mental que causa la imagen de un hombre destrozado por balas o esquirlas, tendido sobre su propia sangre (hasta el género deja de importar en ese momento). Seguramente también algún otro conoce el sonido de las ráfagas y el rush que significa tirarse bocabajo a esperar la muerte. ¿Y eso? ¿Para qué? ¿Qué necesidad? es mucho más divertida -y sociable- una tragedia, sin duda. Quizá alguien deba comandar un expedición de fosas por todo el mundo para que juntemos un montón de huesos humanos y algún curador pueda seleccionar sólo los que conserven huellas de quienes han sido taladrados por la tortura. Así podremos tener una idea más artística (y universal) de nuestra realidad, y bueno... los huesos, ya descarnados, se convierten en piezas interesantes y grises de lo que todos llevamos por dentro.
d.