Quienes nos divertíamos a finales de los ochenta y a principios de los noventa nos quedamos muy pronto sin amigos. El sida, la sobre dosis, el cáncer, los accidentes automovilísticos, la asfixia sexual y el fanatismo cristiano fueron los mensajes de despedida. Vaya generación, comandada por el racionalismo nitcheano, la inducción de Sartre y la obsesión compulsiva de Freud (y su amor a la cocaína). Para entonces en mi casa siempre había músicos que empezaban a tocar desde muy temprano. Llenaban de humo la luz de la casa. Desayunábamos cualquier cosa y nos íbamos a la calle, a hacer nada. Nunca.nunca usábamos auto (y las únicas veces que lo usamos eso acabó muy mal), convivíamos en cualquier cantina y regresábamos a mi casa para amanecer, acompañados de pintores y poetas. Hubo una época en que los músicos y sus ensayos me colmaron el plato. Me urgía el silencio. Entonces comenzaron a irse, primero de mi casa, luego del mundo.


d.