¿Cómo descansar? Me he pasado estas dos semanas trabajando doble turno en el museo. Hoy sólo voy en la tarde. Hay momentos en que la vida nos parece injusta sólo porque duelen los pies o la espalda, o las manos. La injusticia de la vida se mide en otros tramos de la existencia, supongo. Pero qué le vamos a hacer si, muchas veces, no tenemos idea de lo que es experimentar una vida justa. ¿Lo han pensado? ¿Cómo quienes conocemos únicamente la injusticia podemos tener idea de lo que es una vida justa? No significa permanecer en el rol de víctima (como enseñan los sistemas académicos a los privilegiados a minimizar el dolor sobre la productividad: n’te’agas la victima), es mucho más simple y real que eso: tomar una cara, la verdadera, como nos enseñaron cantando en el Cálmecac. Como desear el helado de frambuesa cuando lo único que hemos probado es un colorido, orgánico y exótico sorbete de piña que preparaba en Loma Bonita mi tío abuelo (y que ningún billionario podrá probar porque hay que adentrarse en la selva en la camioneta de rediles, luchar contra los mosquitos, dejarse abrazar por ese grito hermoso de la naturaleza que es tan grande que parece un silencio). ¿Frambuesa? “Para ti no, porque es muy cara”. Me dan risa esas narices cuyas fosas se vuelven más anchas de sólo pensar el “para ti no” pero se aventuran a tu pueblo, se suben a la camioneta de rediles sintiéndose valientes, se embadurnan de repelente contra mosquitos y creen en el derecho a que tu tío abuelo les abra la puerta, rebane la piña y en el mismo momento les prepare un sorbete, sacuda la hamaca para ofrecerles la mejor vista de la selva, el mejor “grito” o el mejor “silencio” porque psss: “no cuesta nada, Lolita” y estos güeros han sido tan valientes que lo merecen ¿verdad? Qué vamos a saber nosotras de justicia si no podemos pagar por las frambuesas. 

Una parte de la cultura China, contrario a otras culturas, define la justicia como “una forma del amor”. Un lugar carente de justicia es un lugar carente de amor. Me gusta creer que eso es la justicia, porque el amor sí lo conozco, lo he aprendido. Nací con él. Ese silencio de la selva, y esa hamaca ¿Dónde habrá quedado esa foto? bueno, la tengo aquí, qué más amor que el idioma de la selva con su correr de agua, con la persecución de los tlacuaches resonando en el techo. Qué más amor puede uno conocer mientras crece lejos de los otros niños que van a la escuela privada con zapatos blancos, profundamente separados de la tierra: de la madre tierra. Educados para hacer todo bien, para merecer todo lo que de entrada les quitan. A veces, hasta pena me dan. 

En fin, yo venía a platicarles cómo decidí descansar, porque estas dos últimas semanas he trabajado doble turno y más que parecerme injusta la vida me parece que mi cuerpo siente un dolor sabroso, como los que van al gimnasio. En esta vida hay quienes pagan por ir, y hay a quienes nos pagan por ejercitarnos, ja. Entonces para descansar decidí saltarme mi clase de historia (que más que una clase de historia es una clase de propaganda porque el maestro es un Tr**pista cristiano, y en cuanto puede nos recuerda que Tr**m* es la reencarnación de Roosevelt -tampoco es que haya mucho de donde escoger- esta eso o Toro Sentado). Así que me brinqué mi clase de propaganda y me vine aquí: a descansar… descanso haciendo adobes, como dicen en las tierras norteñas de la frontera. Algunos a esto con lo que yo descanso le llaman trabajo. A mi me pagan por ir al gimnasio y otros cobran por descansar y con eso pagan el gimnasio. Oh well. Cuestión de enfoques, Chau.