Me regalaron este aparatito. Ustedes saben que durante décadas coleccioné maquinas mecánicas de escribir, portátiles. Llegué a tener cuarenta! Hace algunos años las regalé casi todas porque me partía el corazón venderlas. No sé por qué, en mi cabeza, vender algo que amo profundamente es más denigrante que regalarlo. Algunas de esas máquinas que regalé costarían miles de dólares ahora. En fin. Una de esas máquinas fue para Carmen, me escribió desde Oaxaca diciéndome que quería una y mandó por ella. Alguien vino a recogerla hasta la puerta de mi casa. Unos meses después  Carmen murió. Nunca supe si la máquina le había llegado a sus manos o si en realidad lo que buscaban era vender la máquina para agregar fondos a sus gastos médicos, que no eran pocos. Carmen siempre fue hermosa, hasta el último momento. Había algo en ella, una especie de rebeldía, una manera de no importarle nada, que la hacía profundamente atractiva. La quise durante los dos últimos años de su vida, antes la conocía pero nunca habíamos sido amigas. Los dos últimos años me extrañó que me escribía, platicaba conmigo, se interesaba en conocerme y yo le di mi cariño como todas las personas que la conocieron. Cómo no querer al alguien tan rebeldemente hermosa. Bueno, hablaba de esta máquina, que me ha traído de vuelta, y no de Carmen. Me la regalaronel viernes. Apenas es lunes y ya me ha hecho volver a la escritura junto al café de la mañana. Bueno, también se debe a que este mes no voy a la escuela y comienzo el trabajo un poco tarde. De todas maneras las verduras están remojándose en el jabón que pretende limpiarlas de pesticidas y de glifosato, para comenzar a preparar la sopa de la semana. No es que no tenga nada que hacer, sino que necesito hacer esto. Ya me levantaré entre párrafo y párrafo a poner las verduras en la olla y encender la estufa. Me las arreglo, pues. Creo que, quien me regaló este aparato no sabe qué tanto me rescató de mi propio pesimismo. Acababa de decirle a Fernando que ya veía la escritura como algo lejano, que mi personalidad de escritora se estaba disolviendo y que me sentía bien con eso pero, no había notado qué tan oscura se estaba poniendo mi realidad sin escribir. Los grupos de Mujer Migrante dejaron de trabajar desde noviembre. Ahora preparo el ciclo de trabajo que corresponde al periodo de febrero-noviembre del 2025. Así que, de no ser por esta pantalla, no habría tenido pretexto de venir aquí a platicar. Las cosas “coincidieron”: masacres al rededor del mundo, mi ingreso a la universidad, un nuevo trabajo, y la suspensión de actividades en Mujer Migrante. Honestamente estaba pensando “esto se acabó” y de repente recibí una llamada para decirme que el aparatito me estaba esperando en una oficina, dentro de su caja original como latiendo. “Un animalito” pensé. Caminé un par de cuadras, presenté mi identificación y así de fácil, regresaba a casa con el animalito entre mis brazos. Lo configuré para que no se filtren las redes sociales en ella. Porque claro, para ser de tan buenos augurios es porque se trata de una ella. Así que corrijo: una animalita, como yo. Ustedes no lo saben pero entre que escribo esto y hago mis pausas para servirme más café ya puse las verduras a coser. Gracias a que no tengo hijos puedo comer verduras orgánicas, y también gracias a que -por ejemplo- uso el mismo internet de de mi teléfono para conectar todos mis aparatos. Es increíble lo que uno puede organizarse para evitar ciertos gastos. Evitar ciertos gastos es salud mental porque al reducir gastos se reduce el estrés por conseguir la cuota. Si no somos cuidadosas, esta fantasía convertida en códigos constantes y sonantes puede volvernos sus esclavas y termina una corriendo tras el código que representa el dinero en el app del banco, para poder pagar por acceso a internet “más rápido” sintiendo que no hay velocidad que valga.  Los malabares con el dinero los sorteo elegantemente por ahora, lo que no logro equilibrar a veces es el tiempo. Como en este momento: quisiera quedarme, pero tengo que irme. Witold Gombrowicz decía que no se puede ser escritor a medias, y por eso él aunque pobre, no trabajaba más que para su escritura. Se le olvidó decir que que no se puede ser escritor blanco y aristócrata a medias, porque uno puede tomar ventaja de sus “palancas” de nacimiento y la gente que lo rodea abre las puertas con la esperanza de contagiarse de un poco de realeza, jajajaja. Y sí, esas estructuras jerárquicas son tan efectivas que, la realeza más miserable logra aparentar que uno la toca y que uno es bienvenido (mientras le convenga, claro). En fin y total, como yo no creo en esas ilusiones y me cuesta más trabajo lamer suelas que disfrazarme de botarga (y además ni soy aristócrata y mucho menos blanca) allá voy, a divertirme un rato lejos de aquí. No prometo fotos.