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Mostrando entradas de diciembre, 2024
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 La verdad es un velo tan sutil, tan frágil que a veces pienso que los seres humanos somos incapaces de verla. Con todos los velos que cubren lo que realmente somos y aunque he estudiado tantos años las prácticas para por lo menos por unos segundos tocar esa verdad, sigo teniendo dudas. Esa verdad que logro tocar gracias a los años de práctica, esos vuelcos que la verdad de lo que somos provoca en mi corazón se diluyen en un segundo ante las imposiciones del pensamiento o “las formaciones mentales” diría Tich Nhat Hahn. Entonces hay que instalarse en esa verdad y ser la práctica constante para nunca dejar ese lugar. Lo llamamos “casa”. Intentar ver la verdad es intentar rastrear el origen de todo. Ninguna ciencia puede explicarlo. Pero por el hecho de que no podamos explicarlo no significa que no exista. Aunque ¿quién concibió la palabra “origen” para justificar la necesidad de saber de dónde o de quién somos? Hay tanto odio en el proceso de comprender. Tanto rechazo. Tanta necesid...
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  Dije que no prometía compartir fotos, no que no las compartiría, ja! Ser botarga es súper divertido, sobre todo cuando percibes un mundo desde una ventana/sauna y ves las caras de repudio de algunas; la incomodidad de otras, el asombro de uno que otro niño y la señal de “vamos a divertirnos” de algunas adultas. Lo que más me gusta es ir hasta donde mis compañeros de trabajo y darles un abrazo y hacerles cosquillas, son unos verdaderos niños. Algunos de mis compañeros de trabajo tiene 16 o 17 años, la mayoría va de los 18 a los 29 años de edad. Son hermosos! Tengo todos los nietos que nunca soñé.  En fin, ya saben, preparé el café y algo me empujo hasta aquí antes de entrar a mi traje de botarga. Estaba pensando que mañana me tomaré el tiempo para comenzar a leer un nuevo libro de Yoko Ogawa. Es un libro que publicó hace años, pero es nuevo para mí. Estos últimos años he leído de forma constante a Yoko Ogawa: La fórmula preferida del profesor, Perfume de hielo, La policía de ...
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 Me regalaron este aparatito. Ustedes saben que durante décadas coleccioné maquinas mecánicas de escribir, portátiles. Llegué a tener cuarenta! Hace algunos años las regalé casi todas porque me partía el corazón venderlas. No sé por qué, en mi cabeza, vender algo que amo profundamente es más denigrante que regalarlo. Algunas de esas máquinas que regalé costarían miles de dólares ahora. En fin. Una de esas máquinas fue para Carmen, me escribió desde Oaxaca diciéndome que quería una y mandó por ella. Alguien vino a recogerla hasta la puerta de mi casa. Unos meses después  Carmen murió. Nunca supe si la máquina le había llegado a sus manos o si en realidad lo que buscaban era vender la máquina para agregar fondos a sus gastos médicos, que no eran pocos. Carmen siempre fue hermosa, hasta el último momento. Había algo en ella, una especie de rebeldía, una manera de no importarle nada, que la hacía profundamente atractiva. La quise durante los dos últimos años de su vida, antes la c...
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 La vida me motiva. No soy yo, en verdad no tengo intenciones de motivarme a mí ni a nadie. Ja! Por ejemplo usar el signo de exclamación sin abrirlo, sólo así cerrado, güero: me motiva. Me da alegría. Creo que en gran medida esta sensación de derrota (que tal vez notaste en mi post anterior) se debía a la falta de tiempo que he tenido para únicamente tomar café y reflexionar en voz alta. Reflexionar en voz alta es una forma de vida, bastante saludable por cierto. La neuropsicología lo ha comprobado estos últimos años y yo, que sigo más o menos cuerda hasta la fecha, puedo constatarlo. Mi naturaleza ha usado el soliloquio como una mecanismo de defensa ante lo devastadora que puede resultar la realidad. Siempre primero es la vida, después la ciencia (que no se te olvide, mi amor… aiññññ: te quiero tanto!). Decía que la vida me motiva, justo con este aparato. La vida me da recuerdos que se me presentan en momentos claves como hoy, que tuve tiempo para recordar. Recordar el mundo y la ...
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 Cada vez es más difícil para mí ajustarme a la virtualidad sin sentir la vigilancia encima, pero este lugar sigue pareciéndose a mi refugio, He perdido la práctica de venir aquí y me quedo en blanco de vez en vez: no me importa. Nunca me ha preocupado quedarme en blanco, y nunca he sentido prisa por decir algo a lo que no le da la gana aparecer. Estos meses he renunciado a la escritura de forma natural. Aunque renunciar también es un decir, una en el pensamiento lleva un discurso que se torna ilusoriamente infinito.El discurso se acaba y estoy bien con que el discurso se acabe: descanso. Estos meses también (como ningunos otros) el descanso se ha convertido en una voz constante, insistente e ignorada. No puedo. Sencillamente no puedo descansar. Yo sé que venir aquí también es descansar, pero estoy en un punto en el que tengo que elegir descansar aquí, de esta manera, o dormir. No exagero, pero exagerar o no tampoco importa. Decía de renunciar. Hilma af Klint/Summer Landscape. ...