No sé cómo me siento. Ja, parece ya un síntoma de estos tiempos. Es un síntoma que proviene quizá del hecho de no reconocer que la vulnerabilidad es un sentimiento válido. La falta de certeza es una realidad que no debería consumirnos sino con la que deberíamos saber coexistir. Fernand Deligny decía más o menos que solemos negar lo que nos deja perplejos. Podría en este momento preparar otra taza de café. Pero ya no son horas. Eh, fuck it. Voy a prepararme otra taza de café y a buscar ese libro de Fernad Deligny para poder citar adecuadamente esa frase que -estoy segura- me explicará esto que siento y que no reconozco. Pérenme... 


Deligny dice: 

en realidad, el azar es sólo una palabra completamente inexplorada que se usa -únicamente- para limitar nuestra perplejidad 

Es esa clase de perplejidad a la que me refiero, no la perplejidad del asombro, sino a la de perplejidad de no creer lo que es la vida cotidiana. La vida cotidiana me parece difícil de creer, me deja perpleja y esa perplejidad me abruma. Son contrastes simples como: alimentarme únicamente con comida orgánica, pero cuya preparación cotidiana me abruma a tal nivel que la estufa permanece sucia por dos o tres días. Es esta convicción de lo saludable dentro de una estructura donde la realidad no es verdadera, donde las necesidades como el impulso de tomar café para continuar escribiendo no son necesidades, donde los cuerpos humanos no son cuerpos humanos, la edad no existe, los movimientos sociales no se mueven y la verdad se desconoce. En medio de este párrafo volví a levantarme para servir mi taza de café y comenzar a limpiar la suciedad en la estufa que tanto me abruma... no hubiera podido continuar sin hacer esas dos cosas... pero en realidad ¿no hubiera podido continuar? La verdad es que probablemente podría continuar escribiendo con ratas caminando sobre mi cabeza, pero son estos impulsos que me hacen creer que tenía que prepararme el café y ver la estufa limpia antes de continuar... complazco a la realidad antes de continuar, pido permiso a la realidad. Realidad cuya rebeldía a cambiado los opioides por la stevia, o el alcohol por el placer del agua mineral, o el odio por el amor. 

La verdad es que estoy llena de rabia. La verdad es que el mundo está lleno de rabia. Me encabrona que mi color de piel sea un pretexto para ser molida a golpes por cualquiera que se sienta superior en las calles, me encabrona la neo esclavitud de nuestros impulsos como si no fuera bastante con la neo esclavitud promovida desde la estructura social. Algunas personas dicen que en mis libros se manifiesta el terror, pues me encabrona el terror en que vivimos sumergidas y que yo comencé a conocer en 1993, poco después de la firma del tratado de libre comercio: el antiguo terror sembrado por el neoliberalismo. Pero estoy agobiada y perpleja. No puedo vivir sin dolor. Y no entiendo cómo es que vivimos con dolor todo el tiempo. Todos! Y convertimos esa realidad en un estado normal, y me refiero al dolor físico... no a la lástima de las pregoneras oportunistas. Me refiero al dolor de la carne. Al dolor que te saca del sueño o del descanso, y te hace sentarte en la cama observando la vida de títeres que viven "los otros". Como si tú no tuvieras una vida de títere. Saltando frente a la aparición de los centavos. El café que estoy tomando tiene un sabor espantoso. pero entretenido. No soy esta rabia todo el tiempo. Normalmente me adecuo a las circunstancias. Normalmente evado la censura, pero últimamente esa censura había crecido en mí misma. El dolor nos vuelve personas obedientes que dedican la mitad de su vida a cuidar la alimentación, la higiene y el qué dirán. No estoy de acuerdo con esta realidad, pero eso no es nuevo, lo que tal vez sea nuevo y es lo que construye esta abrumadora perplejidad que siento: conozco otras formas y otros organismos. Conozco la belleza de ser quien soy y sé cómo incidir lentamente en el mundo: aportación hormiga. Lo hago todo el tiempo. Pero hoy no estoy de acuerdo con la avaricia que nos envuelve. Una avaricia incontrolable que se filtra en todos los espacios y para la que pareciera no hay remedio. Por un momento me sentí avergonzada y vencida ¿por quién? jajaja. Aquí sólo estoy yo y el mundo que yo misma he construido.