Es increíble cómo un ordenador se vuelve parte de nuestra vida. Me estoy deshaciendo de uno, estrenando otro. Lo impresionante es el regocijo, el tiempo que he tomado en configurar, en arrepentirme de las configuraciones, en hartarme de la cantidad de contraseñas y datos que este tipo de nuevos órganos nuestros exigen. Ya no sé quién es quién. En verdad estos dispositivos se han vuelto como un brazo más. Quizá cuando yo era joven eran nuestro brazo extra, ahora me parece como que el brazo se ha convertido en un vigilante fastidioso: un perseguidor. Es increíble cuántos números asociados uno tras otro nos hace producir cada vez que hay que bajar una aplicación, un programa que nos permita trabajar. Generamos secuencias numéricas cada cinco minutos por ´nuestra seguridad".  Meh: soy una anciana.


contigo en un charco




Algunos de ustedes han crecido con estos instrumentos dictatoriales activados en la misma cuna. No creo que todo tiempo pasado fue mejor. Pero creo que no quiero comprometerme de forma absoluta con el camino que indica la tecnología. Esta tecnología. Hay otras tecnologías que me encantan, otros mecanismos menos artificiales. Me voy liberando poco a poco. También creo que uno puede habitar ciertos espacios sin necesidad de obedecer. Tengo presentimientos lamentables, pero así he sido siempre. Lo que me impulsa ahora a observar estos pensamientos lamentables no es el significado que tienen sino el mecanismo desde donde se activan. Despojados de significado, los pensamientos, se convierten en pura información. Yo necesito esa información, me recuerda constantemente quién soy y la forma tan fácil en que, a través de la inteligencia artificial, la moda y la estética podemos perdernos. Olvidar quienes somos es perdernos. Comenzar a ser lo que el algoritmo te entrega es olvidar quién eres. Soy una anciana. Y no quiero olvidarlo, quiero disfrutarlo. No quiero cubrirlo con aplicaciones y dimensiones que muestran un avatar de mí misma. No sólo no quiero, me produce un miedo atroz pensar que las nuevas tecnologías son el filo donde el ser auténtico se corta y uno lo va olvidando. 

con Fawzi Karim, en Estambúl


No me siento una anciana, uso la palabra anciana como punto de referencia entre los que nacieron con chupón electrónico y a quienes nos mandaban a la tienda por las tortillas, y jugábamos al chinchilagua o el bote pateado (también es una cuestión de clases: las que estudiamos en la escuela pública y las que estudiaron en colegia, vale decir: las negras y los demás en un mundo de españoles and anywho). Creo que el chinchilagua permanece como un dolor constante en mi espalda baja. 

Por otro lado el mundo de allá afuera me da mucho miedo. Las armas y los asesinatos son reales. Y la negación de los "gobiernos" ante los genocidios en AméricaLatina me parece todavía más alarmante. Tenemos más muertos y "desaparecidos" en Centroamérica y México que cualquier guerra de la que se tenga noción. Osea que el enemigo (parece) que ha tomado la casa por dentro y por fuera ¿no?





Pareciera que la invasión no le ha dejado un hueso sano al cuerpo del planeta. Hay torres y antenas y satélites y algoritmos que detectan lo que pienso. Bueno, aun así creo que tengo un pequeño hueso sano, ese precisamente, ese que duele. Ese que me recuerda que puedo decidir de manera distinta.