Hace mucho tiempo que buscaba el tiempo para venir aquí. No lo he tenido. He estado muy apurada construyendo lo que pretendo sostener y me faltan manos. Se que lo que digo es ambiguo, qué más da. Me refiero a que cada día soy más consciente de que me esfuerzo demasiado en sostener cosas que debo soltar. Es así. Pienso que es mi deber mantener en pie ciertas cosas. La verdad es que no. Pero no sé cómo deshacerme de ese impulso por construir sin sentir que me deshago de mí misma. 

Hace meses, por ahí de julio quería venir aquí porque visité un museo en Houston, auspiciado por la Menil Foundation. Los Menil fueron estos mecenas que patrocinaron la capilla de Rothko que me ha movido el corazón profundamente. Dos veces he estado ahí y nunca olvido ese trabajo tan hermoso. Dos veces había estado en la capilla de Rothko pero nunca había entrado al museo de la fundación hasta hace unos meses. Al lado del museo de la fundación también está la exposición permanente de la obra de Twombli, amo el trabajo de estos dos: Twombli y Rothko, pero cada vez busco en el arte las manifestaciones de mujeres creadoras. Me llamó la atención que en el museo Menil hubiera arte de tan pocas mujeres, comparada con la enorme colección de franceses y demás europeos. Encontré una sala con un cuadro de Agnes Martin, por ejemplo, que me bastó comparada con todo lo demás, Me sorprendió más que hubiera tan pocas mujeres, que incluso el hecho de que se reservara en la curaduría de este mueso un especie de cueva donde exponían la colección de arte africano y nativo americano, amontonado como un rincón de la excentricidad de los Menil o como si exhibieran el cuerpo de un elefante cazado durante un safari. Pensé que a sus mujeres blancas, por lo menos, les asignarían un espacio digno: no, no fue así... pues eso quería venir a contar hace meses pero el tiempo por hacer malabares fue pasando...


Agnes Martin, Sin Título


Hoy regreso de un viaje un poco cansada, y hago un descanso antes de comenzar un viaje nuevo. Tal vez por eso mi súbita sensación de que me esfuerzo demasiado en ser lo que debo ser: saludable, amorosa, comprensiva, talentosa, inteligente... tal vez tenga que ver con las decepciones profundas que surgieron durante la pandemia: saber que mi Guru, a quien consideré un maestro durante 10 años, a lo que ha dedicado su vida en realidad es a abusar de la vulnerabilidad de las mujeres para usarlas sexual y economicamente y, después de un brote de enfermedades venéreas en la "Sangha" me separé completamente de ese "lugar". Perdí varias amistades en el proceso, como es normal en cualquier secta... pero es eso y otras cosas más. No sé cómo decirlo, o más bien no sé si decirlo siquiera porque siento que mi pesimismo puede aplastar cualquier brotecito de esperanza... el punto es que estoy cansada... he hecho pausa en un viaje para venir aquí... pero mi viaje continúa... estoy cansada de este viaje, pero me quedo con el brote... ese germen que siempre parece diminuto pero encierra universos...