Ser feliz es importante. Pero para mí lo más cercano a la felicidad se ha convertido en tener paz.  No sé si sean los tiempos. Pero sí, deben ser. hablando de tiempos, platiqué públicamente con mi querido amigo Ben Ehrenreich el otro día y pueden leerlo aquí: No sé si se trate de que las fronteras están cerradas y hemos llegado a 114 grados y yo, pues en mi departamento pero ¿y los niños? No me refiero a los niños que no van a la escuela, que en estos momentos son un dolor de cabeza para sus papás (papás a los que -si bien les fue- han construido una oficina dentro de su casa: y una escuela para sus hijos, y un baño para todos), me refiero a los niños que llevan un par de años en campos de concentración, casi a la intemperie, cubiertos con esas cobijas térmicas de tonos metálicos y que mueren, y mueren y mueren. Ya sé, vivo en un país racista. Pero oh! ya sé: vivo en un mundo racista! a veces se me olvida y pienso que la verdad cruda del mundo tiene que ver con mi pequeño entorno. Luego viajo y ay, la verdad. El clasismo-racismo está en los más profundamente izquierdosos círculos artíistico-intelectuales. Hay clasismo-racismo hasta en el momento de "defender" ciertas causas justas de este mundo. Iba a decir "qué asco" pero sólo diré: terrible.
Alpine, Texas.

Una ve cosas lindas, personas lindas pero con sólo investigar sobre cuál terreno es que esa persona linda, brillante y talentosa ha construido su casa esa lindura ya no es tan linda... porque esa persona linda, brillante y talentosa no es tan consciente pero ¿qué haría yo, por ejemplo? si pudiera construir la paz que me parece importante encima de un terreno fruto de la corrupción política y desplazamiento de los menos afortunados que han vivido ahí por generaciones ¿qué haría yo, si para tener paz viviera en un pueblo que aumentó los impuestos para que las familias nativas no pudieran pagarlos y se vieran obligados a vender sus propiedades o a perderlas por las deudas que estos impuestos les generarían? y yo encuentro ahí, un terrenito que me da paz, y a mis otros amigos talentosos niuyorquinos también y yo sí, yo sí puedo pagar por esa paz, junto a la vinatería del pueblo que también puede pagar por establecer su pequeño y casero negocio que vende botellas de delicias por 600 dólares cada una. ¿Qué haría yo? Este pueblo es imaginario, sólo para construir un ejemplo. Este pequeño pueblo es en lo que se está convirtiendo el mundo: superioridad económica = acceso a una vida pacífica = superioridad racial. Pero no voy a dejar que estos diagnósticos del presente perturben una paz que he logrado, dentro de un departamentito, junto contigo. 

No voy a permitir que pensar en los niños (y las madres de los niños) que están a un par de cuadras de mi departamentito en unas jaulas con sus cobijitas metálicas, sentados a 114 grados (ni pensar en las humillaciones que les son repetidas cada hora, ni las interrogaciones a los que son sometidos, ni las violaciones a sus derechos más elementales: como el derecho a conservar la vida, por ejemplo) perturbe mi paz, yo: enciendo la refrigeración y preparo mi almuerzo totalmente vegano y reciclo mis bolsas para la basura y eso sí: no salgo de mi casa. No salgo de mi casa porque soy una ciudadana responsable, que paga impuestos, que no asiste a las marchas porque sus documentos van en juego y además: hace mucho calor. Peeeero: visita universidades cuando puede, muestra fotos de las injusticias, colabora con otros artistas de izquierda y consigue momentos maravillosos de alimentación saludable y paz. Paz, que es lo importante: la felicidad qué. Hablando de paz, traduje porque siempre me ha gustado, este texto de la maravillosa artista Zoe Leonard: I want a President. Quedé muy en paz con el resultado, y transcribo la traducción aquí, abajo de la foto del original: 

Quiero un presidente/ by Zoe Leonard

Quiero a una machorra para presidenta. Quiero a una persona con SIDA para presidente y a un maricón para vicepresidente y alguien sin seguro social para presidente y alguien que creció en un lugar donde la tierra esté tan saturada de desechos tóxicos que no quede más remedio que tener leucemia. Quiero una presidenta que haya tenido un aborto a los dieciséis y un candidato que sea el menos peor de los males y un presidente que haya perdido a su último amante por el SIDA que conserve la imagen de esa experiencia cada vez que se acueste, que haya sostenido a su amante en los brazos mientras moría. Quiero un presidente sin aire acondicionado, un presidente varado en la fila de la clínica, en la oficina para registrarse en el seguro social, y que haya sido desempleado, despedido, acosado, bulleado por gay y deportado. Quiero a alguien que haya dormido en la cárcel y haya sido perseguido con la intención de ser linchado y alguien que haya sobrevivido una violación. Quiero a alguien que se haya enamorado y haya sido herido, que respete el sexo, que se haya equivocado y aprendido. Quiero a una mujer negra para presidenta, alguien con imperfecta dentadura he imperfecto comportamiento, alguien que haya comido esa espantosa comida de hospital, alguien travestido que se haya drogado e ido a terapia. Quiero alguien que haya cometido desobediencia civil. Y quiero saber por qué no es posible. Quiero saber en qué momento, por debajo del agua, comenzamos a aprender que un presidente siempre es un payaso: siempre un padrote y nunca una puta. Siempre el patrón y nunca el trabajador, siempre el mentiroso, siempre el ladrón que nunca es atrapado. 

Además anoche con todo y calorón: tú estabas conmigo y llovió bien bonito.