Las bibliotecas públicas están cerradas. La vida no sucede sin acceso a internet. Me refiero a la vida oficial, claro. Muchas personas utilizaban las bibliotecas públicas para tener acceso al mundo virtual desde donde se mueve todo. Cada trámite, pago de servicios y hasta de renta, se mueve por internet. Así de simple una pandemia impacta a determinados grupos sociales. Los servicios de salud de bajo costo que ofrecían servicios sobre todo de pruebas de laboratorio para enfermedades de transmisión sexual, o revisiones ginecológicas, también han reducido sus servicios a "casos de emergencia" ¿qué se considera emergencia en este momento?: no poder respirar
El cáncer, la sífilis y el acceso a los servicios gubernamentales por derecho básico pueden esperar (y crecer, mientras esperan). 
Sin embargo, la construcción del edificio más grande de la ciudad que forma parte de un desarrollo urbano millonario no se detiene: es indispensable. Todos los días desde las 6 de la mañana, hasta las 5 o a veces 7 de la tarde, cientos de trabajadores se reúnen para constinuar con la construcción. La tiendita del barrio los alimenta en su descanso de las 12, así que también la tiendita del barrio abre sus puertas aliviada por seguir funcionando y temerosa de que se de un brote del virus y un alivio se convierta en lamento. 
Simple: la vida sigue para quienes pueden pagar por ella. No estoy exagerando. Miles de personas allá afuera dependen de las clínicas de salud de bajo costo porque en este país no existe la seguridad social. Y quienes podríamos pagar una consulta médica de 250 dólares sabemos cómo funciona la industria; si ya pusiste un pie dentro del negocio no vas salir hasta que hayas dado tu último dolar y comiences a endeudarte. Si no has comprado un Seguro Médico por el que pagas cientos de dólares al mes a lo largo de tu vida para no sentirte desahuciado y al momento de comenzar el cuasi-desahucio tienes que pagar a un abogado para que se cumplan las cláusulas del contrato por el que te has empeñado. 
Es claro a quien pertenece este mundo, al parecer. Al parecer. Es simple a quién impacta el golpe social de una pandemia. En este momento a quienes no tienen acceso a internet para comunicarse y cubrir sus necesidades mínimas, por ejemplo. En este momento, a quienes no tienen acceso a un teléfono celular para poder por lo menos tener acceso a internet. En este momento afecta a quienes no tienen un ordenador para que cada uno de sus hijos reciba sus clases y termine el ciclo escolar. A las mujeres que no pueden pagar un ginecólogo para tener una revisión en caso de notar algo sospechoso que podría resultar en una enfermedad grabe a la larga (esto incluye a mujeres de bajos recursos que han sido violadas -población innumerable, constante y silenciosa-) o a las mujeres que han tomado la decisión de abortar (dentro de la misma población). 


Ni hablar de los adolescentes que dependen del internet de la biblioteca pública para sentir que forman parte de una "vida normal". Son puñaladas a la parte más débil de un cuerpo social de por sí enfermo, cuya salud no es su responsabilidad... digamos pues que son puñaladas a un cuerpo social al que primero le fue provocada una enfermedad: la enfermedad de la marginación, de la esclavitud, la discriminación y la pobreza: la marca de la inferioridad económica, machista y racial. ¿Y yo sufro porque mi gato callejero interior no puede salir a jugar billar o porque por primera vez en mi vida no sé qué territorio emocional estoy pisando? E intento, de verdad intento y me lo pregunto para conocerme mejor ¿qué territorio emocional estoy pisando? ¿qué tal si me estoy hundiendo y no me he dado cuenta? Y mientras me pregunto esto veo fotografías por todos lados de un policía blanco clavando la rodilla a un hombre negro, asesinando a un hombre negro. No poder respirar. Negro, como yo. Como mis tíos y mi abuelo y me vuelvo a preguntar ¿dónde estoy? ¿qué territorio emocional estoy pisando? el poeta Werner Aspestrom dice que "uno tiene que saber dónde vive" es indispensable. Quizá sé la respuesta pero no la quiero escuchar. Por eso desperté a las 2 de la mañana con el miedo creciendo por todo mi cuerpo y me senté en la sala. Miedo a que lo que esté aquí no sea el amor. Miedo a que esto sólo sea un ¿dónde estás? No es un miedo infundado. Es la enfermedad de este cuerpo que no es sólo mi cuerpo. Es la puñalada en este cuerpo que no es sólo mi cuerpo. Y la rodilla en el cuello del amor. La rodilla en el cuello de mi amor. Es increíble.