Qué año! Cuántas cosas derrumbándose en el mundo, desde glaciares hasta estructuras políticas. Yo no dejo de tener esperanza (en una América Unida -como Simón Bolivar soñó, ya saben) pero, pese a las esperanzas, tal vez sea por la edad, también vivo derrumbes. Terminé con mi novio, dejé la organización budista en la que estudié por más de 10 años, comencé a estudiar cosas nuevas y tomé decisiones radicales en cuanto a la manera en que me interesa estar presente dentro del "mundo" literario. Todo porque decidí poner mi consciencia en lo que realmente importa y decidí reservar toda mi energía para lo que importe y sea conveniente para mí. Así que bueno, tuve que decirle al amor: me importas, pero no me convienes, ja! Las transformaciones no suceden de un día para otro, fueron despedidas gestándose, decepciones profundas, aceptaciones dolorosas de la realidad para poder saber dónde he estado parada y actuar en consecuencia. Así que mi año, digamos, comenzó desde el año pasado. Con el primer pasito tembloroso, susurrando ese "sí, puedes hacerlo... puedes salir de esta cárcel"... La cárcel de la percepción, la cárcel de lo que no avanza... Desde el año pasado viví el terror de sentirme sola, por ejemplo. Tuve que vivirlo para poder ponerlo en la balanza. Puse en la balanza el amor que le tengo a tus ojos árabes, por ejemplo, junto al sometimiento porque "qué tiene" que mi teléfono esté conectado a tu gps. Pero también puse en la balanza la sensación de este mundo espiritual feliz si te portas bien junto al acoso constante disfrazado de libertad divina. Y también puse en la balanza el posicionamiento como escritora en foros internacionales junto al racismo, clasismo y abuso de poder que las instituciones internacionales ejercen sobre los artistas. ¿A todo eso tengo que acceder para que me quieran? Entonces no me quieran, gracias. Ese no gracias significa: estoy sola. Estoy sola aunque no estoy sola. Me siento sola. Porque estoy decepcionada, pero no estoy sola. Sólo dejé la prisión que había construido para mí misma. El mundo de la literatura me ha dado a los amigos más queridos y a los editores más odiados pero sorry, no voy a sentarme en la misma mesa en la que cenan los racistas. El budismo me salvó la vida o más bien yo usé el budismo como un camino para salvar mi vida, no debo nada a nadie y aún así siento agradecimiento, paz y libertad inmensas... me quedo con las enseñanzas de Tich Nhat Hahn, que son un pilar sólido. No pertenezco ni alimento religión alguna. Esta bien estar sola, aunque no esté sola. Esta bien estar libre, aunque no esté libre.