Manifestar lo que percibimos a través de la poesía, establecer un pensamiento crítico, romper con "la tradición" como una manera de manifestar esa crítica: cuando alguien es poeta esas cosas son simples. Aprendimos a leer antes de los seis años, pasamos nuestra infancia de pasadizo en pasadizo, entre diferentes dimensiones gracias a la literatura. Los nacidos en los setenta ya, para los 11 años, habíamos crecido con los narradores del boom latinoamericano, y ¡además con Revueltas y Azuela! Sin contar las Mil y una noches, Marianela y cualquier dramón escrito que pasara por nuestras manos. Ya percibíamos una realidad diferente, pensábamos en un hombre que, dentro de un elevador, vomitaba conejitos. Crecimos con la fascinación por el lenguaje, pero también con la percepción muy alerta hacia adentro; con la capacidad de aquilatar las tardes silenciosas, el estar solo con uno mismo y pensar en voz alta después de leer. Crecimos con la curiosidad suficiente para ser autodidactas de idiomas como el sueco sólo para entender las grabaciones de Gunnar Ekelof. No nos importó pasar diez años traduciendo un sólo poema. Después nos dimos cuenta que la mente es un mecanismo importante que vale la pena cuestionar, como se cuestiona a un sistema político, y comenzamos a hacerlo a diario; nos rodeamos de amigos filósofos, educadores, especialistas de nuevas tecnologías, abogados, periodistas, fotógrafos, otros poetas, magos, gurús, chamanes, feministas, hechiceras. Cruzamos fronteras, nos escapamos de nuestras sentencias de muerte; visitamos el infierno, nos dio por vivir conociendo cada vez más el comportamiento de los que ejercen las dictaduras, de los que manejan las armas, de los que nos cuentan desde una realidad funesta como cabezas de ganado. Entramos con el cuerpo entero a experimentar todo ¿únicamente para ser poeta? No me avergüenza ser poeta, pero me hago una y otra vez la misma pregunta cuando leo discusiones estériles y "encuentros" de tantas vanidades. Cuando cuento a mis amigos muertos, me hago la misma pregunta, cuando siento que hay personas allá afuera teniendo una vocación rentable y provechosa que realmente transforma este mundo y no, opositores muriéndose de hambre por el simple destino que los colocó en la raza y el continente equivocados. ¿Habrá un poeta entre las miles de personas que han sido expulsadas de Áfríca por el terror y caminan por años buscando un país que los quiera? Y si acaso hay alguno ¿Deja su peregrinación un momento para subir al avión que lo llevará a la conferencia que debe dictar y después regresará a su peregrinación para ser admitido en cualquier parte? ¿Accede a convertirse en el payaso que representa la misericordia extranjera? ¿O sabremos de él hasta el próximo siglo? ¿Por qué?