¿Esto es Boy George o alguna chica de Silver Lake? |
Amo Los Angeles. Creo que les había dicho. Reúne todos los requisitos para que le entregue mi corazón: nuestra relación es contradictoria, es decir: la amo tanto como la odio, tiene la capacidad para volverme loca. El exceso de estímulos de todas clases es apabullante, y tal como sucede con todo lo que amo: debo huir de ella en algún momento del año. Pero no son sólo esas características de lo que identifico a través de mis experiencias pasadas con el amor lo que me hace amarla, sino también lo que va revelando progresivamente. Los Angeles puede ser un espacio al que, si nos asomamos con una percepción aguda, podemos entrar para observar lo que sucede con el mundo entero. (El interior de mi maltrecha caja mental podría servir para el mismo propósito, pienso yo). Un aceleramiento devastador, una velocidad de fuego. No me refiero únicamente a los mecanismos de la naturaleza. Pareciera que "algo" en el mundo está sucediendo de forma muy veloz, que "algo" en el mundo va corriendo hacia alguna parte. Como ser tripulante de un auto en el que, sin saber por qué, nos transportamos a exceso de velocidad ¿Han tenido esa sensación? Cuando uno es copiloto y alguien más maneja un auto a exceso de velocidad se manifiesta una sensación de incertidumbre, pero una incertidumbre que anuncia a la distancia que algo saldrá muy mal. No es que piense/crea/perciba/sienta que algo saldrá muy mal (yo me siento feliz, por si les interesaba saberlo), sino que en esta ciudad la incertidumbre es latente. Es obvio que todo ya se mueve de manera más rápida que de costumbre, y eso me provoca la sensación inevitable de que he llegado tarde a algo. Ayer salí a comer pay con nieve a la cafetería de siempre, en el barrio de siempre pero cuando entré a la cafetería todo era distinto. Por un momento creí que me había equivocado de lugar hasta que se acercó el mesero mexicano de siempre. Pero los sillones ya no eran los mismos, de un "dainer" tan viejo. Los sillones ahora tenían el respaldo alto y existía el toque de una iluminación predeterminada en todo el lugar (alguien tenía la intención de "crear" un ambiente); irremediablemente tuve que buscarle la cara a los demás, a los clientes: una chica con look de Boy George, sombreritos hipster en todos lados, la cafetería llena, chicos con perforaciones expansivas, todos mucho más jóvenes que de costumbre ¿estarán filmando una película? pensé. El pay de cereza era exactamente el mismo, el helado de vainilla sobre el pay de cereza era exactamente el mismo, pero algo pasaba también con la acústica del lugar, las voces de todos, desde cada esquina, rebotaban en nuestra mesa (digo nuestra mesa, porque estaba con Ben) ¿Qué está pasando con el mundo? le pregunté a Ben. ¿Qué va a pasar con el mundo? Todo está cambiando muy rápido. "Yo sé que va a pasar con el mundo: todo se va a quemar" me dijo. Este no es un post infeliz, ni deshauciado. Yo también creo que todo se va a quemar. Yo también creo que todo se va a inundar. Yo también creo que todo va ser derribado por el viento. Yo también creo que todo va florecer. Repentinamente en esa cafetería me sentí, no precisamente fuera de lugar pero, como si hubiera entrado a un programa de televisión, como si estuviéramos en medio de una serie televisiva. A veces siento que no percibo la realidad, le comenté a Ben "¿Cuál realidad? ¿Esta? ¿Para qué?" preguntó.
d.