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Mostrando entradas de febrero, 2014
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Giorgio Agamben (mi nuevo amigo) nació en Roma en 1941. "Sin embargo hoy sabemos que para efectuar la destrucción de la experiencia no se necesita en absoluto de una catástrofe y que para ello basta perfectamente con la pacífica existencia cotidiana de una gran ciudad. Pues la jornada del hombre contemporáneo ya casi no contiene nada que todavía pueda traducirse a experiencia: ni la lectura del diario, tan rica en noticias que lo contemplan desde la insalvable lejanía, ni los minutos pasados al volante de un auto en un embotellamiento; tampoco el viaje a los infiernos en los trenes del subterráneo, ni la manifestación que de improvisto bloquea la calle, ni la niebla de los gases lacrimógenos que se disipa lentamente entre los edificios del centro, ni siquiera los breves disparos de un revólver retumbando en alguna parte, ni los momentos eternos de muda promiscuidad con desconocidos en el ascensor o en el omnibús. El hombre moderno vuelve a la noche a su casa extenuado po
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Estoy diseñando talleres nuevos para un proyecto colaborativo con varios amigos. Han surgido varios temas que me han puesto a pensar, el punto inicial de estos talleres fue el "estado de ser creativo". Mientras ahondamos en las definiciones de creatividad más cercanas o afines a nuestro proyecto, surgieron otros aspectos: la portabilidad, el no estar quietos, no poseer un territorio o enmarcarnos en un sitio geográfico definido, entonces alguien mencionó el "Tratado de nomadología". Continuamos con la decisión de crear un taller que más que transmitir información, provocara una experiencia. La experiencia de ser creativo. Entonces comenzamos a reflexionar sobre la experiencia. Yo recordé una frase que le he escuchado a mi Gurú: "La verdad no es una información, es una experiencia". Y sí, vivimos en un mundo que nos fabrica las experiencias. Nos bombardea de experiencias. Los medios de comunicación nos fabrican la experiencia del amor, del buen compor
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Estoy en Houston. Nunca imaginé Houston. Tal vez porque de por sí Texas es un Estado borrado de nuestro mapa mental, o recordado por la cantidad de estupideces racistas que los blancos echan a andar en el mundo debido a su ignorancia (y su rencor). Houston es maravilloso. Plano, con el cielo limpio todavía, cuajado de humedad y de vegetación. Amo estos paisajes, enormes naves de fábricas antiguas abandonadas. Casas de madera pequeñitas. Y la sensación de que el agua está en todas partes, fusionándose con todas las cosas. Lo mejor de llegar a Houston ha sido estar rodeada de artistas. Sí, como lo oyen, que me ha encantado estar rodeada de artistas. Pero artistas con almas muy distintas a las que he visto en las metrópolis intelectuales de este país, o en mis propios y amados Angeles (la vida californiana a veces es tan pretenciosa, tan agitada). En Houston hay cierta serenidad, cierta calma. La calma de algún silencio vegetal, pienso yo. Un espíritu grande. Me gusta Houston.
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Hasta ayer, había estado pensando muchísimo en los "condicionamientos". No sólo en la manera en que somos condicionados por nuestra familia o por la sociedad cuando vamos creciendo (nuestra familia tiene que arreglárselas para educarnos de alguna manera ¿cierto?), sino en las técnicas para condicionar a grupos enteros que han sido estudiadas por personas muy inteligentes, personas que dan varios pasos antes de nosotros en cuanto a experiencias en la vida. Porque la mente es una maravilla: puede construir ante nuestros ojos las realidades más aterradoras y derrumbarlas con un soplido; y también puede sumergirnos en sueños hipnóticos sin que nos demos cuenta que llevamos años corriendo tras una vulgar e inalcanzable zanahoria. Comencé entonces a enojarme con las personas que manejan el condicionamiento como una manera de enseñanza pero ¿acaso toda enseñanza es un condicionamiento? Tal vez sí. Tal vez hoy no estoy percibiendo de forma errónea. Es difícil permanecer despier